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H, Matamoros, Tamaulipas:


DESAPARECIDOS

 Sábado 12 de abril de 2025


Letras de Arenas

Pepe Arenas, presenta:

“Las Peripecias, por P. Périz Copio”

DESAPARECIDOS

— No, no quiero siquiera imaginarlo, debe ser el más grande dolor que pueda soportar una madre, o un padre. Si ver morir a tu hijo ha de doler hasta el tuétano, no alcanzo a imaginar qué será no saber dónde está, ni si vive o muere, no, no lo soportaría, primero me muero yo.

— Mariana, creo que tienes toda la razón. Tampoco podría resistir ante un dolor así, como dices, no debe haber uno peor— respondió mi prima Amalia, viendo a su hija, mi sobrina Fátima, que está dando el salto de la pubertad a la adolescencia.

            Estábamos de sobremesa, en la casa de mis tíos Rodolfo y Gudelia, que, generosamente, nos convidan con frecuencia a departir y disfrutar de las delicias de la cocina de mi tía, con el apoyo de Casilda, su empleada doméstica que guisa riquísimo.

El tema era inevitable, pues llegaron de Guadalajara mi primo Ramiro y Lulú, su esposa, y fue ahí, muy cerca de la capital de Jalisco donde se descubrió el ya internacionalmente famoso Izaguirre Ranch. Fue mi tío Rodolfo quien subió a la mesa el tema y, como siempre, mi tía Gudelia le fue a la mano con un leve pisotón –que no vi pero imaginé–, no sólo por ser un tópico crudo y duro; sino porque estaban, además de Fátima, mis sobrinas, las gemelas Alma y Lucía, también adolescentes, y no le pareció apropiado hablar de ello en su presencia. Mariana, su mamá, les sugirió que fueran con su prima a la parte alta de la casa, al estudio de mi tío, a ver una peli o a jugar. Ellas obedecieron y nos quedamos los adultos, y como el tema ya estaba abierto, continuamos. Mi tío dijo:

— Lo que no me quedó claro fue la respuesta del gobierno: en vez de aprovechar el revuelo que generó ese caso, y aceptar el apoyo de la comisión esa de la ONU para investigar y tratar de resolver esta terrible calamidad nacional, ya ven cómo se puso la señora, a defender la soberanía. Pero si México suscribió el tratado internacional que no sé bien qué dice, pero que nos obliga a cumplirlo. No entiendo.

— Papá, tienes razón, lo de Teuchitlán es apenas la punta del iceberg. Ya sabíamos que hay centenares como ese en todo el país; sin embargo, nada se hacía al respecto y si no ha sido por los buscadores, la tragedia, como dice Mariana, no se habría puesto en la palestra.

— Ah, pero atención, díganme qué les parece que en Estados Unidos acaban de darle muerte civil a más de seis mil seiscientas personas— dijo Arnoldo, el padre de las gemelas.

— Cómo— Preguntó Matías, su hermano.

 Sí, el emperador Trump ordenó inscribir en el archivo maestro de defunciones del gobierno de su país, a 6,300 personas, mayoritariamente mexicanos, aunque están vivos. Ya no tienen el respaldo del Seguro Social, no obstante que ingresaron legalmente a ese país, es decir, que ya no pueden mantener una cuenta bancaria, o contratar servicios, mucho menos recibir un sueldo: ya están muertos. Eso los pone en la lista de los deportables.

 No quise opinar. Preferí servirme una segunda porción de pastel con helado de choco.

josearenasmerino@gmail.com

 

 

 

 


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