Lunes 1 de marzo de 2021
EN LAS NUBES
Del
escritor Emilio Ramírez de Aguilar Lavín
Carlos
Ravelo Galindo, afirma:
Presumir
a nuestros amigos es un orgullo. Pero más cuando escribir lo tienen de
herencia. Nieto del famoso periodista oaxaqueño Jacobo Dalevuelta, sobrino de
Alberto Ramírez de Aguilar. Y hermano de Fernando reconocido prosista. Actual
colega en Quadratin
Jacobo
Dalevuelta, nos inquieren.
Sí
es el seudónimo con el que disfrutaba ocultar, entre comillas, que era un gran
articulista y funcionario importante del diario El Universal cuyo nombre real
era Fernando Ramírez de Aguilar, esposo galán de doña Maru.
Ejemplar
dama que a nosotros nos invitaba, casi diario el desayuno. En su casa de Pino
ocho, Santa María La Rivera, al pasar por su hijo Coco. Y a pocas casas de su
primo mi otro compadre y maestro Alberto. Hijo del médico hermano de don
Jacobo.
Alberto,
fue, además de escritor, columnista, periodista, gerente general de aquél
fabuloso Excélsior.
A
Emilio acaban de editar “El País para el olvido. Aforismos. En 117 páginas. Ya
está a la venta, por cierto.
Jorge Fernando advierte:
“Sin que se trate de elogios consanguíneos, mi
hermano Emilio es un erudito y desde hace muchos años escribe aforismos. Por
fin emprendió el camino de publicarlos. Su camino ha sido difícil. Sin embargo,
aquí está su obra. Espero que sea de su agrado, como lo ha sido para mí.
Y
el colega también periodista y escritor nos explica que la definición de un
aforismo tiene que ver con una declaración breve y concisa sobre un hecho. Un
aforismo es una declaración coherente y en apariencia contundente y cerrada
sobre una idea o un acontecimiento.
La historia nos dice que el término aforismo
parece que fue utilizado por primera vez por Hipócrates. Y fue posteriormente aplicado
a la ciencia, a la cultura, y, finalmente, a todo tipo de principios.
Un
aforismo es, según nos dice la Real Academia Española, una sentencia breve y doctrinal
que se propone como regla en alguna ciencia o arte. Del latín aphorismus, y
este del griego φορισμ.
Un
aforismo es una declaración breve que pretende expresar un principio de una
manera concisa, coherente y en apariencia cerrada.
Baltasar
Gracián (1601-1658), escritor español del Siglo de Oro, es considerado como uno
de los máximos exponentes en la creación de aforismos. Construyó, a partir de frases
breves, un estilo muy personal, contundente y concentrado, con gran capacidad
para jugar con las palabras y relacionarlas con ideas.
Nos
ofrece ejemplo de sus aforismos que incluye su hermano Emilio en su libro.
"Atención
a no errar una, más que acertar ciento. La censura popular no tendrá en cuenta
las veces que se acierte, sino las que se falle. Los malos son más conocidos por
murmuraciones que los buenos por aplausos. Todos los aciertos juntos no bastan para
desmentir un solo y mínimo error". Baltasar Gracián.
En
la historia de la literatura y el periodismo, hemos tenido brillantes hacedores
de aforismos, como una forma de expresarse.
El
mismo Miguel Cervantes de Saavedra, en su inmortal “El ingenioso Hidalgo don
Quijote de la Mancha”, escrita a comienzos
de 1605,
y que por cierto es la obra más destacada de la literatura española y una de las
principales de la literatura universal, además de ser la más leída después de
la Biblia, está repleta de aforismos. Un ejemplo: “Deja que ladren Sancho,
nosotros cabalgamos”.
Julius
Henry Marx, considerado como uno de los mejores cómicos de la historia, conocido
como Groucho Marx, participó junto con sus hermanos en numerosas películas en
una era convulsa, refleja con un humor irreverente, alocado e ingenioso,
diferentes situaciones presentes en su época y hace disfrutar a gran parte del
mundo con sus aforismos.
A
lo largo de su carrera dejó innumerables y memorables frases y reflexiones.
Leamos
algo del gran Groucho Marx:
“Fuera
del perro un libro es probablemente el mejor amigo del hombre, y dentro del perro,
probablemente está demasiado oscuro para leer”.
Esto
lo dijo porque la cultura y la literatura son elementos muy importantes que nos
permiten aprender, crecer, imaginar y soñar.
Otra:
“Damas
y caballeros, estos son mis principios. Si no les gustan, tengo otros”.
Una
de sus frases más icónicas y conocidas, donde refleja la hipocresía y la volubilidad
de las creencias y valores de la gente, que cambian de parecer y de principios,
según les beneficien o les perjudiquen, de acuerdo con su conveniencia.
Muy
recurrente en tiempos políticos.
Otra
más: “Es mejor estar callado y parecer tonto, que hablar y despejar las dudas definitivamente”.
Aquí,
básicamente, el actor ironiza sobre la estupidez humana y cómo se expresa sin que
nadie se lo pida.
El
pensador francés Gustavo Flaubert, sostenía que “el futuro nos tortura, el
pasado nos encadena. He aquí por qué se nos escapa el presente”, mientras que
Friedrich Nietzsche, inmortalizó aquello de que “lo que no te mata, te hace más
fuerte”.
Jorge
Fernando Ramírez de Aguilar Lavín.
Nosotros
que a los dos los conocimos muy jovencitos por nuestra afinidad a su familia y
a la amistad que no llevó a una hermandad, con Alberto Ramírez de Aguilar, y a
los hermanos de su padre Fernando, Violeta, Rosa María, Olga, Carmen, Coquito,
mi compadrito querido y Mario.
Por
cierto, un primo de ellos, hijo de Violeta y el arquitecto Calderón, el
traumatólogo Fernando Calderón Ramírez de Aguilar, llegó a ser director del
hospital de Traumatología del Centro Médico Nacional del Siglo XXI.
Nunca
podremos olvidar que con la gran experiencia del también traumatólogo José
Manuel Ortega Domínguez, aplicada por ambos a nuestro hijo, el abogado Jorge
Alberto Ravelo Reyes, se le restituyó la pierna derecha de sus dieciocho
fracturas sufridas en un accidente vial.
Un
milagro de dos médicos.
Y
después de este intercambio médico, dejemos que el autor de “El país para el
olvido. Aforismos”, en primera persona nos platique algo de su vida.
Soy
Emilio Ramírez de Aguilar Lavín, nací un domingo 19 de diciembre de 1954 en el
Distrito Federal, en lo que ahora es la Delegación Benito Juárez, mis padres
son Fernando Ramírez de Aguilar Ruiz Sandoval y Emilia Lavín Espinosa, soy el
mayor de cuatro hijos, mi infancia transcurrió al lado de mis padres y hermanos
en el hogar que compartíamos en la calle de Nicolás San Juan, en la colonia del
Valle.
Mi
infancia y adolescencia tuvo armonía y felicidad al lado de mis padres,
hermanos, amigos de barrio, de futbol americano –mi deporte favorito- y de
escuela.
Tuve
el privilegio de observar cómo llegaban a mi entorno social la televisión, el
teléfono fijo en casa, los grandes automóviles, el rock and roll, a los más grandes
deportistas de todos los tiempos –Joe Namath, Mohamed Ali, Pelé, entre otros–
era la época de lo que se llamó “desarrollo estabilizador”.
Mi
formación académica la alterné entre escuelas públicas y privadas hasta la
preparatoria.
Fue
en el año de 1973, que llegaron a mi vida dos acontecimientos que me marcaron
para siempre: la muerte, en abril, de mi querido y recordado padre y mi entrada
a la UNAM, a la Escuela Nacional de Economía, luego facultad, en donde pase mis
mejores años como estudiante, escuché grandes cátedras de economistas formados
por esa gran institución –José Luis Ceceña, Antonio Gallart, José Navarrete,
Enrique Padilla, Guillermo Garcés, José Luis Nava, David Márquez, Febronio
Díaz, Julio Cancino, disculpas por no mencionar a todos.
Es
justo reconocer la convivencia con mis compañeros y amigos generacionales, me
evito mencionar alguno para no agraviar a nadie, pero ellos lo han de recordar.
El
4 de mayo de 1977, vi coronado el esfuerzo de mis padres y el mío propio al
obtener el título de licenciado en economía, con la tesis “La Inflación
Importada en México”.
Desde julio de 1973 empecé mi vida laboral en
el periódico Excélsior, hasta el mes de julio de 1976.
Ahí
tuve la oportunidad de conocer, platicar y privilegiarme de su amistad, con los
mejores periodistas de la época, -sólo por mencionar a los más importantes para
mi Eduardo Deschamps y Nikito Nipongo- que me influenciaron para atreverme a
escribir y volverme adicto a la gran literatura y al análisis cotidiano.
Mi
trayectoria profesional la inicié en febrero de 1977 en la entonces Secretaría
de la Reforma Agraria, en donde me pude percatar de la tragedia que es ser
campesino en México, de ahí pase a trabajar en una de las tres más importantes
empresas paraestatales que había: Fertilizantes Mexicanos, en 1979, año en el
que también me casé con Amalia Frías Santillán, (qepd 2009), periodista de
profesión, con la cual tuve dos hijas, Jimena y Monserrat, médica e ingeniera
civil, respectivamente, orgullosamente de la UNAM.
Posteriormente
ingresé a la ya desaparecida Secretaria de Programación y Presupuesto de 1981
hasta 1983, tiempo de gran aprendizaje, de ahí un año en la Contaduría Mayor de
Hacienda, hacía evaluación del ejercicio presupuestal.
De
1984, hasta diciembre de 1994 laboré y realicé múltiples trabajos en la
Secretaría de Comunicaciones y Transportes, en la subsecretaría de Transportes,
algunos de los cuales todavía me causan orgullo, como el de haber representado
ese sector en las negociaciones del GATT y después en las del TLC.
Como
consecuencia del error de diciembre de 1994, me quedé sin trabajo por espacio
de dos años y medio.
Fue
hasta mediados de 1997 que pude encontrar nuevamente empleo, esta vez en uno de
los campos más dignos de nuestro país, en la docencia, enseñamos las materias
de Introducción a la Economía y Probabilidad y Estadística.
Sin
embargo, la necedad de ejercer mi profesión, me llevó en junio de 2000, por
invitación del gran economista Gabriel Zorrilla Martínez, para hacerme cargo de
las estadísticas nacionales de la recién creada Condusef, donde realicé varios
estudios y trabajos para percatarme de la importancia de dicha institución, que
realmente sirve a la gente.
Cambió la administración y como es normal en
México, para afuera.
Desde enero de 2004, hasta nuestros días sigo en
la docencia, la cual alterno. Escribo aforismos y ensayos de economía, que
espero algún día publicar sin censuras y sin cortapisas”.
Y
luego de felicitar a la familia Ramírez de Aguilar Lavín, incluida también Alma
y Ulises, quienes también asistían a refrescarse a Cuernavaca, con nuestros
amigos sus papás, seguimos nosotros la lectura de los aforismos.
craveloygalindo@gmail.com
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