Jueves 18 de febrero de 2021
EN LAS
NUBES
El
saqueo sigue. Leamos a un experto
Carlos
Ravelo Galindo, afirma:
El
robo y comercio de bienes patrimoniales de México, siguen igual nos informa, en
y con detalle, el historiador don José Antonio Aspiros Villagómez.
Cabe
preguntarse en qué medida los mexicanos hemos sido cómplices de los ladrones, o
peor aún, los saqueadores mismos.
Sería
imposible intentar en este breve espacio una relación siquiera superficial de
hechos que dieran respuestas positivas a tales interrogantes.
Desde
el siglo pasado los periódicos están llenos de noticias y nombres.
Es
tenaz en compartirnos sus descubrimientos, cuando nos platica que Impunemente,
a la luz del día, valiosos tesoros prehispánicos robados a México en algún
momento y exportados seguramente con complicidad local, fueron vendidos al
mejor postor el 9 de febrero en la casa de subastas Christie’s de París y el
gobierno de México no pudo evitarlo.
Las leyes mexicanas prohíben comerciar con el
patrimonio arqueológico, mientras que las leyes francesas lo permiten.
Con pandemia y lo que sea, el caso indignó a las autoridades culturales
mexicanas, en especial a los arqueólogos, a pesar de que esta no es la primera
ocasión en que ocurren tales agravios. Nuestras autoridades buscaron evitar la
subasta, pero sin éxito porque no hubo apoyo del gobierno francés.
Hace 37 años escribimos un artículo al respecto y, salvo las cifras, el
panorama sobre estos latrocinios no ha cambiado. Nuestro libro Los
dioses secuestrados (Sedena, 1987) también trató del tema. De hecho,
el saqueo en el actual territorio mexicano comenzó hace 500 años con la
conquista, y el comercio de bienes patrimoniales, en el siglo XIX.
En 1982 publicamos un reportaje sobre los códices que se salvaron de la
destrucción durante la conquista española, y dónde se encuentran. La mayoría de
ellos en el extranjero. Ese trabajo mereció una mención honorífica en el XIV
Certamen del Club de Periodistas de México (1984) y, tras recibirla, expusimos
lo siguiente en la misma revista, En Todamérica, acerca de esta
actividad ilícita:
“Uno
se puede pasar horas y días enteros leyendo historias sobre saqueo
arqueológico; hacerlo durante años y la vida entera, y el tema seguirá siempre
actual, sin una solución efectiva, inevitablemente rodeado de ladrones del
patrimonio cultural del Tercer Mundo.
“Aquel
reportaje sobre los códices donde decíamos que el Tonalámatl Aubin recuperado
por México, era apenas uno de los 500 documentos similares existentes en el
extranjero, robados a nuestro país, señalaba el equivalente a sólo una gota de
agua en el océano de hurtos que ocurren en las naciones más indefensas.
“Mientras
los territorios que alguna vez fueron colonias de potencias explotadoras,
buscaban su nueva fisonomía al precio de luchas intestinas, los pillos de
Europa y Estados Unidos aprovechaban para saquear las zonas arqueológicas.
En
tanto esos mismos pueblos soportaban dictaduras -a veces impuestas desde fuera-
o pugnan por superar el subdesarrollo; mientras procuran pan, letras y salud
cotidianos, o se desgarran para pagar su deuda externa, otros vienen de fuera,
se llevan sus tesoros y los venden mediante lujosos catálogos de circulación
clandestina (NA: y pública después) en Nueva York, Zurich o
París.
“Leemos
en una publicación alemana que los comerciantes occidentales de arte se
abastecen en el Tercer Mundo como en una tienda de autoservicio. Según ciertos
cálculos, habrían sido sacadas ya de contrabando, de nuestros países, unos 30
millones de piezas artísticas de todas las épocas.
“Los
ladrones se defienden, lo mismo que sus clientes. Alegan que los gobiernos nada
hacen por conservarlas, catalogarlas y exhibirlas; que el pueblo no les concede
su verdadero valor artístico; y en cambio ellos, los saqueadores, llevan las
piezas a museos donde se les da la estima adecuada; o van a dar a las
colecciones privadas de cultísimos millonarios. Eso dicen.
“Preocupa
mucho que cada año salgan de México y Centroamérica objetos prehispánicos
valorados en más de diez millones de dólares, los cuales llegan a galerías de
arte donde se rematan en subastas públicas.
Los
clientes estadounidenses se benefician con estímulos fiscales cuando poseen en
sus colecciones estas obras, o las donan “generosamente” a los museos.
“Duele
también leer en las muchas fuentes documentales donde esto es posible, cómo el
saqueo en México se inició al triunfo mismo de la sanguinaria conquista por los
españoles, cuando Hernán Cortés envió objetos a sus reyes; el primer virrey
Antonio de Mendoza mandó a Madrid 69 códices, los robaron en alta mar piratas
franceses y actualmente están en Oxford.
La
historia de este saqueo no se ha interrumpido.
Hasta
aquí un fragmento del artículo de 1984 y apenas un esbozo de la magnitud del
problema, ya abordado por el tecleador en varias ocasiones, incluidas
explicaciones de por qué es importante para la investigación estudiar “in situ”
esos objetos antiguos y preservarlos, mientras que para los coleccionistas sólo
son obras de arte que apuntalan su vanidad, y un gran negocio para las impunes
casas de subastas.
Las
ventas del día 9 fueron por un equivalente de más de 60 millones de
pesos.
craveloygalindo@gmail.com
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