Sábado 23 de enero de 2021
EN LAS
NUBES
El otoño
del patriarca
Carlos
Ravelo Galindo, afirma:
El
otoño del patriarca es una novela abrumadora en todos los sentidos. Y hoy, que terminó
como jefe el norteamericano Trump, cae como anillo al dedo.
Gabriel
García Márquez (1927-2014) declaró siempre que El otoño del patriarca era la
novela en que más trabajo y esfuerzo invirtió.
Es
la idea original de una obra centrada en la figura de un tirano caribeño.
Nació
días después de la caída de Marcos Pérez Jiménez, dictador venezolano, el 23 de
enero de 1958.
El
escritor colombiano-mexicano entonces estaba en Caracas y trabajaba en el
periódico Momento, a fin de documentarse.
Leyó decenas de biografías de autócratas de la
región y concibió la idea: “La imagen de un dictador inconcebiblemente viejo
que se queda solo en un palacio lleno de vacas”.
En total, la gestación del libro duró 17 años.
Se publicó en 1975.
La
biblioteca de Arcadia, de la escritora e historiadora doña Norma Vázquez
Alanís, nos permite conocer detalles lo que la también poeta y periodista llamó
El autócrata que se aferró a su trono, en la pluma de Gabo
Con una prosa de párrafos interminables, a
veces poéticos, las más escatológicos, pero igual de estrujantes y gozosos, el
ya desaparecido escritor Gabriel García Márquez presenta al lector un mural de
la sociedad caribeña, indolente y perezosa que ve pasar la vida sin recordar el
pasado, sin certeza del porvenir, sin esperanza alguna más que recibir
mendrugos de caridad de su presidente, el dictador, el todopoderoso… el
patriarca.
Torrente
de palabras que aturden al lector con el ímpetu fresco y jovial de un Gabriel
García Márquez en la plenitud de su producción literaria… el magistral manejo
del lenguaje desgrana una historia universal -la agonía y muerte de un
dictador- de forma cíclica, experimental y real al mismo tiempo, en seis
bloques narrativos sin diálogo, sin puntos y aparte, con una anécdota
perpetuamente igual y siempre distinta que se repite, con hechos y
descripciones magníficas acumuladas.
El
otoño del patriarca (Editorial Debolsillo, Penguin Random House Grupo
Editorial, Barcelona 2003, 271 páginas) no es una obra de lectura fácil en
virtud del manejo del tiempo y las astucias utilizadas en la construcción del
punto de vista narrativo, a través de múltiples discursos indirectos que sin
comillas ni atribuciones enunciativas, es decir sin condicionar o matizar la
expresión con sustantivos o adjetivos, “establece una poética semejante a la
que García Márquez admiró tanto en Pedro Páramo de Juan Rulfo”, según el
crítico literario Miguel Ángel Quemain.
Al
mismo tiempo los continuos ‘flash backs’ contribuyen al desconcierto del lector
poco avezado.
Se
trata de una historia que el leyente observa y casi percibe como real, la
crueldad, el delirio, el absurdo… hasta el mal olor; la tensión propia de
ambientes cargados y opresores, y la destrucción, y lo grotesco, y la agonía, y
la demencia…
Los
recursos narrativos de García Márquez en esta obra son, señala Quemain, “el
empleo del autor implícito, polifonía, digresión, ritmo y el manejo del
tiempo”; este último es el que convierte a El otoño del patriarca en una
espiral, en la cual al lector le resulta imposible calcular cuánto transcurre
entre los sucesos que dan comienzo y final a la novela: la simulación de la
muerte del dictador y su muerte verdadera.
El
escritor colombiano, ganador del Nobel de Literatura en 1982, pretende
transmitir la idea de que el poder ha estado desde siempre en las mismas manos,
hasta el punto de que narra cómo algunos indios le comunican al patriarca el
avistamiento de las carabelas de Cristóbal Colón.
Así,
el perfil del protagonista (cuyo nombre, Zacarías, lo sabe el lector atento
pues se menciona una única vez a lo largo del texto porque él mismo ha olvidado
cómo se llama) es el típico del autócrata que se obstina en arraigarse en su
tiránico trono hasta sus últimos días.
El
autor muestra un reflejo fiel de los dictadores latinoamericanos; una amalgama
de todos ellos, sin importar sus ideologías, un retrato de lo que el poder
inmenso causa en una sola persona, pero por sobre todo exhibe a un hombre
triste en soledad, el cual lo único que tiene en el mundo es… poder.
La
obra es un cuadro mágico y subyugante de la figura de un dictador de América
Latina tanto en su cúspide como en su declive, en el que la historia del
carácter enfermizo de un déspota y la historia misma -la de carácter académico-
son reinterpretadas por García Márquez; en la novela se le hace justicia a la
Historia con la ficción y es más convincente que la Historia oficial, porque es
su versión caricaturizada y carnavalesca, es la exégesis recordada por los
personajes principales: el pueblo y el dictador.
La
esencia del relato la encuentra el lector en esta frase pronunciada por el
narrador omnisciente: "en este país prefieren idealistas que les hablen
bonito, que reales líderes que produzcan un cambio".
Quemain
explica que la novela es un poliedro textual -ángulo formado por varios planos
que concurren en un punto-, es la repetición infinita de un tiempo que se
devora a sí mismo. Cada uno de los hechos se suceden en un vértigo verbal que
conforma una arquitectura precisa erigida con las voces protagónicas, en un
ascenso de exquisita armonía orquestal y poderosa arquitectura verbal de un
relato tan sonoro… un canto sin altibajos a lo largo de todas sus páginas
signadas por el otoño de la vida y de un siglo XX que, en su agonía, reunió la
experimentación del lenguaje y las vicisitudes del mundo político.
A
su juicio, García Márquez descubre los secretos de la esfericidad del tiempo en
la novela. Tiempo sin tiempo, tiempo de los personajes, tiempo del narrador que
edifica sin fisuras las repeticiones, los coros, el ritmo y la velocidad de los
acontecimientos, aunque también “ocurren certezas vitales, acercamientos a un
orden existencial, meditaciones sobre lo político, el universo ético y el mundo
contrastante de las culturas que se juegan en el ajedrez del poder, de la
dominación que se vuelve mestiza, como esta novela criolla, moderna, europea y
latinoamericana”.
En
El otoño del patriarca el tiempo narrativo se desdibuja y crea una atmósfera de
irrealidad, aunque la perspectiva se centra siempre en el propio dictador
quien, ya casi sólo en el palacio presidencial, recuerda su mandato; la
evocación impide que el pasado sea tiempo perdido porque anticipa la alegría
del porvenir y la muerte, que representa la clausura de la eternidad
autoritaria de alguien que "llegó sin asombro a la ignominia de mandar sin
poder, de ser exaltado sin gloria y de ser obedecido sin autoridad",
escribe García Márquez. Por su parte, José Miguel Álzate, escritor y periodista
español, apunta que el ritmo de la narración, sumado a la exuberancia del
lenguaje, convierte la obra del escritor colombiano en una avalancha musical
que revela en cada página una sinfonía creada para impregnar con su torrente
orquestal todo ese mundo mágico que el narrador recrea.
El ritmo cadencioso que envuelve una frase
dentro de la otra, y la otra dentro de otra, y así sucesivamente, crea una
prosa casi mágica.
El
otoño del patriarca es una novela abrumadora en todos los sentidos.
craveloygalindo@gmail.com
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