Domingo 24 de enero de 2021
EN LAS
NUBES
De mis
bendiciones 11
Carlos Ravelo Galindo, afirma:
En
la iglesia de moda entonces, Santa Teresita del Niño Jesús, en las Lomas de
Chapultepec, el 24 de enero de 1953 contrajimos enlace eclesiástico,
matrimonio, Bety Reyes Estrada y Carlos Ravelo Galindo.
Desde
hace cinco ella está en el cielo. Nosotros en el infierno, aún.
Hubiéramos
cumplido nuestro 68 aniversario. Juntos.
Por
eso, en tu ausencia Bety, cuando a la una nos bebamos una, escucharemos,
complacidos tu frase preferida: “Otra, Ravelo”
Benditos los que quieren que muera… pero no les hago caso
Apenas
anoche Massimo, mi nieto de seis años, --aclaro que en 2021 ya tiene 18-- me
soltó la pregunta de cuándo me iba a morir. Le dije en dos días. Y el volvió a
inquirir, ¿es mucho tiempo, Abo? Sí, es toda la vida.
Estoy
convencido, le dije, que la muerte debe llegar con la puntualidad mexicana, o
como las promesas de los políticos: tarde.
Esto
me recuerda una anécdota, dicen que fue cierto, de una mujer, viuda, sin hijos,
y sola en la vida, que todas las tardes llegaba a la iglesia de su pueblo a
pedirle al Señor, durante horas, que ya se la llevara. Esto originaba que el
sacristán no pudiera cerrar las puertas, y se desvelara.
Hasta
que un día en que la viejecita le preguntó al Altísimo que cuándo la recogería,
en el buen sentido de la palabra, el sacristán que estaba atrás del Altar,
respondió con voz firme: ¡MAÑANA!
Abrió
los ojos la vetusta y, asustada, preguntó: “¿tan pronto, Señor?”
Así
me pasó a mí. Inquirí con mi pequeño interlocutor, el porqué de su pregunta.
Quién se lo habría aconsejado. Y él, inocente como todos los infantes,
respondió rápido sin inmutarse. “La tele, Abo. Ahí si no te mueres, te matan…”
Lindo
ejemplo de educación que imparte a millones de escolapios el consorcio
televisivo mexicano, a ciencia y paciencia de las autoridades, llámese
Ejecutivo o legislativo. El judicial, sólo sanciona lo que otros mandan.
Después
de esta disquisición filológica es obvio regresar al punto de partida, dentro
del encuadre Excélsior. Hemos hablado de los viejos periodistas, Hombres llenos
de inquietud, de prosapia, pero sobre todo de sentido común y decencia. Hoy tan
escasa toda ella. En fin.
No
sólo la vieja guardia tenía estilo. Poco a poco, como decía al principio mi
nieto, uno a uno se fueron. Y llegó el reemplazo. También de estirpe y coraje.
Allí cuando era jefe de información me llegó una nueva brisa. Refrescante. Que
apabulló a los que había encontrado al llegar con Villa Alcalá, primero.
Ojalá
y recuerde, luego de cuarenta años los nombres de mis amigos reporteros de la
Primera y luego la Segunda, en donde servía a las órdenes de Regino Díaz
Redondo.
Todos
los que voy a nombrar cuando menos han escrito tres libros. Otros, como Marco
Aurelio Carballo, lleva ya doce. Rafael Cardona, cinco; Toño Andrade, ya
fallecido, tres; Carlos Marín, creo que tres, Carlos Ferreira, destacado.
Apenas cinco.
Ni
olvido a Marín, hoy como los anteriores también muy destacado. Nada menos que
es director de importante Diario y fue de otros no menos famosos. Además, se
pasea diligente por la tele y apabulla con su fina ironía, conocimiento y
lucidez agresiva.
Cuando,
va de anécdota, era jefe de información de la Segunda Edición de Últimas
Noticias de Excélsior, Carlitos Marín llegó joven como reportero. La edición
debía salir antes de las cuatro de la tarde, razón por la que acelerábamos a
los reporteros.
Marín
técnicamente metódico escribía en la máquina mecánica, lento, pero sus ideas y
razonamiento lo sobrepasaban. De modo qué en contra de su voluntad, puse en
práctica un sistema novedoso, basado en el principio que las notas deben llevar
siempre al inicio el qué, quién, cuándo, cómo y dónde. Quien sigue la regla, ya
triunfó. En el leed –¿así se escribe? Se dice lo esencial.
Marín
seguía ese principio, igual que Carlos Ferreira, Oscar Domínguez, Guillermo
Mora Tavares, Raúl Torres Barrón, Ramón Morones, Abelardo Martín y Jorge Reyes
Estrada. De modo que cuando apenas llevaban media cuartilla, dos párrafos amén
de la entrada, sacaba yo, contra la protesta de todos, la cuartilla, el
original, y les dejaba la copia para que siguieran su trabajo.
Seguramente
que mi mamá, María Teresa, se cimbraba allá en el cielo en donde acompaña a mi
papá Guillermo, por tantos recuerdos por mi hazaña. Pero ni modo. Así, Lalo
Martínez y Gonzalo Martínez Maestre podían cabecear la nota que ya vista por
Regino, se les pasaba a ellos y luego al gran corrector de estilo que era el
guitarrista, ya lo dije, Lázaro Montes.
Ganábamos
tiempo y así, salíamos también a tiempo para competir, ventajosamente, con la
Segunda de Ovaciones, de cuya segunda plana, a cargo de Carlitos Estrada Lang,
pendía la fuerza de esa edición.
Y
no era para menos. Allí, gracias al histrionismo de Estrada Lang figuraban los
hermosos cuerpos de las actrices del mundo. Pero Carlos sabía escogerlas,
también en el buen sentido de la palabra, pues las mostraba en “su” plana, casi
como Dios las trajo al mundo.
(Entre
paréntesis, la productora de TV dos, Carla Estrada, es una de sus tres hijas.
Las otras dos: Mari Mar y Rocío. Las tres bellas por su madre que también es
una beldad.)
Marín
respingaba todos los días. Pero creo que algo, de mi tozudez, enseñanza, le
sirvió de algo. Hoy él también es certero y tenaz en predicar su verdad.
Chiquito, sin ofenderlo, pero picoso.
Tampoco
cantan mal las rancheras Rafael Cardona, hijo de un buen amigo del mismo
nombre, que cuando trabajaba como director de la XEW y coincidíamos cuando yo
grababa mi “Agenda Confidencial”, allí en Ayuntamiento 54 y 56.
Siempre
decía, ante su jefe que esa estación, que fundara don Emilio Azcárraga
Vidaurreta y la siguió como hijo, Emilio Azcárraga Milmo, que la estación “era
como un hermoso ropero, lleno de finas sedas y mejores linos”, al referirse al
repertorio de actores, actrices, periodistas, escritores y humoristas.
Allí conocí, digresión don Héctor, al hoy
famoso Armando Manzanero, cuya primera esposa fue la secretaria de don Bernardo
San Cristóbal, amo de la W y jefe de don Rafael Cardona, padre.
Decía
de Rafael Cardona, el periodista, escritor y comentarista. Joven, acaso 48
años, asumió cargos importantes no sólo en diarios y revistas, sino en
secretarías de estado inclusive en la Presidencia de la República, cuya labor
editorial, sin poner su nombre y menos seudónimo, se publicaban en periódicos
en toda la República.
Como
Marco Aurelio Carballo que, cansado ya de reportear y servir en diarios y
revistas, incluida la Revista Siempre, en donde fue jefe informativo, decidió
compartir su tiempo y escribir. Su máquina de escribir, a la mejor ahora la
computadora, lo ayuda a poner las miles de palabras que de su imaginación
nacen.
Y
además inteligente, culto, avezado, Rafael se apoya en gente similar a él.
Allí, en su periódico, no es de él, pero como si lo fuera, está también Carlos
Ferreira, en otra época, jefe de prensa del senado. Y con algunos libros sobre
política.
Y otro más, Abelardo Marín, joven enamorado
–como casi todos los periodistas, de antes, ahora y de mañana, que desde que
salió de la Primera, en la “revolución del 76”, no ha dejado de trabajar en el
gobierno, para confirmar el dicho del Chango Garizurieta que “Es un error vivir
fuera del presupuesto”.
He
hablado de muchos queridos compañeros. Pero me faltaba uno más. DON así en
mayúsculas Francisco Cárdenas Cruz, gran reportero y también jefe de
información en la Primera de Noticias con Jorge Villa, cuando yo faltaba.
Su
columna fue guía de otras muchas. Alumbró el periodismo. Hizo vibrar a
políticos. Y no sé, ni quiero imaginármelo, por qué dejó de publicar su
ameritada columna en “El Universal”, que ayudó, durante muchos, pero muchos
años, a incrementar el prestigio del diario de Juan Francisco. Es mejor dejar
la incógnita. Vaya, como dicen, darle el beneficio a la duda.
Jorge
Reyes Estrada, hermano del “manotas”, el fallecido Jaime, destacó, y se lo
agradece a Coquis, su esposa, quienes se aman como novios. Hoy, Jorge, creo, es
coronel en retiro del Ejército, para quien trabajó muchos años, hasta que hubo
que jubilarse cuando fue jefe de información del “Uno más Uno”, precisamente
cuando Rafael Cardona era su director, luego que Salinas de Gortari le compró
el periódico a Manuel Becerra Acosta, y lo obligó a salir de México para no
causar conflictos con el Gobierno.
Manuel murió en España. Y su gente lo trajo a
México para cremarlo. Aquí, en su patria.
De
ninguna manera me olvido de Ramón Morones, ni mucho menos de Ángel Villalvazo,
que me ayudaba en la confección del noticiero que en la W transmitía y leía mi
amigo el hoy extinto Luis Cáceres, a las 13:30 horas.
Recordemos
también a Héctor Ignacio Ochoa, que entre paréntesis me prestó su jacket para
casarme con Bety, con quien cumplí 55 años de unión, cuatro hijos, no cinco
como explicó Carlos, mi queridísimo tocayo, Borbolla, ya extinto.
Alejandro
Ortiz Reza, con quien colaboré en realizar otros noticieros radiofónicos de
Excélsior. También Miguel Ángel Álvarez, Ángel Trinidad Ferreira, hoy muy
cercano al gober de Veracruz.
Angelito,
espléndido jugador de dominó, de buen humor, buen amigo. Pero más avezado en el
amor que otros. Pero Semper fidelis, como le decía otro gran amigo en Excélsior
Jorge Davó Lozano y su socio Fernando Alcalá Bates, espléndido amigo yucateco y
fiel director de la Primera de Noticias, reemplazo de don Francisco Martínez de
la Vega, autor de “Peter Pérez, detective de Peralvillo” hasta 1964, en que
llegó Jorge Villa.
Seguiremos
con más en Mis bendiciones 12
craveloygalindo@gmail.com
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