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H, Matamoros, Tamaulipas:


EUTANASIA

 Domingo 2 de noviembre de 2025


Letras de Arenas

Pepe Arenas, presenta:

“Las Peripecias, por P. Périz Copio”

EUTANASIA

 

Como casi cada sábado, acudí a la casa de mi querida tía Rita Martínez, que estuvo casada tres años más que las Bodas de Oro con mi tío Luciano Périz, el primogénito de una numerosa camada de Périz. Ya estaban ahí uno de ellos, Rodolfo, su hermano, su esposa y su hijo Matías, médico ginecólogo, y Gloria Luévano, su esposa, enfermera a quien conoció en un hospital del IMSS, donde hizo su Servicio Social.

Un par de días antes, me encargó que pasara al mercado a comprar flores de cempasúchitl con la recomendación que fueran de color amarillo, casi naranja, me dijo, para que luzcan como soles, aclaró. Y también me pidió que le llevara papel picado, de ese que aprovechan para adornar, entre otras cosas, los altares dedicados a los llamados fieles difuntos. Llegué con su encargo que mucho me agradeció, pues ella padece de un mal circulatorio que la limita y casi no sale de su casa.

Mi primo Patricio, Pato, ya había armado con huacales y cajas de madera la base del altar que cada año montan memoria de los parientes y amigos que ya trascendieron. Su hermana Martina, mi prima y mi tía Gudelia, esposa de Rodolfo, mi tío, ya jubilado de la SEP, los ayudó a preparar esa expresión tan peculiar con la que se mantiene vivo el recuerdo de los que ya no están, al menos no este plano, en este “valle de lágrimas”, como dicen los clásicos.

Así, dos días después, es decir, hoy sábado, estaba todo dispuesto para la singular ceremonia que mi tía hace cada año, desde que el tío Luciano falleció luego de un penoso lapso de sufrimiento, motivado por el cáncer hepático por el que murió.

Terminamos de desayunar y luego de la taza de café con conchas con nata, inició un breve ritual que inicia escuchando dos canciones que fueron las favoritas del difunto Luciano, y la lectura de algunos pasajes de la Biblia que mi tía elige, relativos a la muerte.

— Perdón por preguntar, pero no conocí al tío Luciano, ¿también fue profesor?

— Sí Gloria, de hecho, si yo me jubilé de maestro, fue por influencia de Luciano, de lo que estoy por cierto muy complacido.

— ¿Y de qué murió? si no es inapropiada mi pregunta.

— Mi marido murió por un cáncer que le duró casi dos años, el último muy difícil, pues sufrió mucho, y no sólo por el dolor físico, sino porque le apenaba mucho su condición, al verse casi cada día más y más disminuido, al punto que los últimos días decía que ya quería morir. No fue fácil, no qué va.

— Pues no sé porqué no le ahorraste el sufrimiento, mamá. Debieron ayudarlo a bien morir, sobre todo si no tenía remedio y sufría tanto.

— Martina, no digas eso, hija. Sabes que yo estoy en contra de la eutanasia, hay que respetar la voluntad de Dios, pues es Él quien decide el momento de nuestra partida.

— Perdóname mamá, pero no estoy de acuerdo. Yo era muy chica cuando murió papá, pero si esa situación hubiese sido hoy, yo lo habría apoyado para que terminara ese tormento. ¿Qué piensas tú, tío Matías?, tú eres médico.

— Bueno, está prohibida la Eutanasia activa; sin embargo, hay ya una Ley de Voluntad Anticipada que permite a los pacientes en fase terminal rechazar los métodos para mantenerlos vivos, si su deseo es morir.

— Pues qué lástima que esa ley no existía cuando mi papá murió, sobre todo si, como dice mi mamá, él ya no quería vivir.

— Bueno, bueno, hablemos de otra cosa, dijo la tía Gudelia, al notar que se trataba de un tema delicado.

— Sí, si quieres que no hablemos de la muerte, aunque mañana domingo es el Día de los Muertos y estamos aquí para recordarlos. Cambiemos de tema, querida, pero te digo que yo, Rodolfo Périz, el lunes voy con mi compadre Godofredo, el notario, y dejo asentado en un documento que me sujeto a esa ley que mencionó Matías. Yo no pasaré por lo mismo que mi amado hermano.

Estaba armando mi opinión, pero la tía dio por concluido el asunto, así que alcancé otra concha y me serví otro café.

josearenasmerino@gmail.com

 

 


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