Miércoles 28 de diciembre de 2022
Letras de Arenas
Pepe Arenas, presenta:
“Las Peripecias, por P. Périz Copio”
Inocentes
Aunque no lo frecuento, ni él viene a visitarme regularmente, me llamó mi
primo Carmelo Copio Garamendi, lo que me sorprendió, pero me dio gusto que lo
hiciera. Acordamos reunirnos en el Sanborn´s que está cerca de su casa, en el
centro.
Procuro siempre se puntual, porque como me decía mi padre “mejor es que
esperes, a que te esperen, la puntualidad es una cualidad, lo contrario es
una…” y decía una grosería que no repetiré. Por cierto, mi primo llegó casi
diez minutos después.
No me gusta el café de ese lugar, es más, me parece que es de tan regular
calidad, que le sirven a uno hasta tres tazas de refill, como dicen en su
carta. Lo que sí me gustan son los chilaquiles verdes con pollo, queso
gratinado y aros de cebolla. Antes pedí el infaltable jugo verde y papaya con
queso cottage.
Noté que Carmelo ya pinta canas, como de zorro plateado, según se dice de
quienes las luce en las sienes; igualmente noté que subió de peso en estos dos
años que no nos veíamos. Él me vio con iguales ojos críticos y seguro se percató
de que también yo sumé algunos kilos y no pocas canas. Somos contemporáneos.
Carmelo estuvo a tris de ordenarse como sacerdote. De hecho, la prepa la
cursó en un seminario en Cuernavaca, pero faltando menos de dos meses, se
arrepintió y dio marcha atrás. Si bien se mantuvo soltero hasta hoy, nunca le
pregunté qué lo llevó a renunciar a esa vocación; sin embargo, me he sentido
tentado de preguntarle qué pasó.
Como para no hacer esperar más el inicio del desayuno, le pidió a la mesera
que nos atendía diligente que le trajera exactamente lo mismo que ordené yo,
sin siquiera preguntar qué era. Con eso sentí que estaba de algún modo
compensando su retraso.
Me refirió que sigue al frente de una organización social dedicada a
atender niños abandonados, a los que llaman “Niños de la calle”, hijos de nadie
y de todos, como él dice. Si bien no la fundó, me dijo que hace ya catorce años
que esa es su misión y sonríe con evidente satisfacción.
Me refirió varios casos de jovencitos y niños, de uno y otro sexos, tan
desgarradores, que casi se me quita el hambre. Cuando se percató de que me
estaba afectando escuchar esas historias, pasó al otro lado de la conversación
y me contó de otros, positivos, pues son muchos los que han salido de esa
organización listos para enfrentar la vida con documentos que acreditan haber
concluido estudios de técnicos profesionales, por ejemplo, o bien se han casado
y ya tienen su propia familia. Me devolvió el apetito.
No pude dejar de relacionar el hecho de que Carmelo estuvo a punto de ser
sacerdote, con los miles de casos de abuso a menores por curas que merecen
estar en prisión por sus actos. Como si me adivinara, Carmelo hizo alusión a
ese hecho despreciable y me dijo: sí primo, también hemos atendido muchos casos
de niños abusados por miembros de la iglesia. No tienen perdón de Dios esos
desgraciados, me dijo. No pude estar más de acuerdo y no me pareció
coincidencia que habláramos de esos niños inocentes en esta fecha.
josearenasmerino@gmail.com
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