Miércoles 10 de febrero de 2021
EN LAS NUBES
Desde el
cerro del Tepeyac lo recordamos
Carlos
Ravelo Galindo, afirma:
Recordamos
a don Guillermo, mi padre, con amor, Bety. Este día nació en 1897.Hoy hubiera
cumplido 124 años.
El gran milagro de la Virgen de Guadalupe es ser la pacificadora y
unificadora de los mexicanos.
Porque si las estrellas del manto son las constelaciones del cielo en el
momento de su impregnación en el ayate de Juan Diego, si las flores del vestido
representan proporcionalmente a los principales cerros y volcanes de la
orografía de México, si toda la imagen guarda el equilibrio áureo, entonces
tiene simetría perfecta, por lo tanto tiene música.
El
hecho de que la Virgen de Guadalupe se apareciera en el cerro, no implica que
quisiera una iglesia ahí, sino que la pidió en el llano, por eso la basílica se
construyó a las faldas del cerro.
Pero
el que hubiera solicitado la edificación de un templo no es fortuito porque así
sucedió en España con las cuatro vírgenes de Guadalupe que existen allá.
Una
de ellas, por cierto, es negra y se apareció en un lugar conocido como “río de
cascajo negro” en circunstancias similares a la del Tepeyac.
El
guadalupanismo no se circunscribe al culto a una imagen. Incluye también la
creencia en una leyenda que habla sobre las apariciones de la Virgen de
Guadalupe entre el 9 y el 12 de diciembre de 1531.
La
importancia de la Virgen de Guadalupe en la historia de la formación de México,
al señalar que a partir de 1648 las apariciones de la misma se convirtieron “en
el aglomerante, en el cemento -si me permiten decirlo así- de una sociedad
cuyos habitantes eran racial y culturalmente diferentes, indígenas, mestizos,
criollos y peninsulares de esa época, que iniciaron el difícil proceso de
integrarse como una nueva nación en un primer periodo colonial que duró 300
años, y después como país independiente que está por cumplir 200 años en ese
estatus en septiembre de 2021.
La
Academia Nacional de Historia y Geografía (ANHG) abordó nuevamente el
controvertido tema de la Virgen de Guadalupe en un conversatorio donde
participaron el arquitecto Manuel Gamio, la maestra en Humanidades, escritora e
historiadora Alicia Albornoz, el contador público y maestro en Educación
Eduardo Rabell y el abogado y poeta Sergio Morett.
De
ellos nos habla la escritora Norma Vázquez Alanís, que estuvo presente en el
desarrollo del tema.
Inició
esta reunión Manuel Gamio, quien habló sobre los antecedentes del Tepeyac,
sitio donde se venera a la Virgen de Guadalupe, que es uno de los elementos
fundamentales de la identidad de los mexicanos y su importancia rebasa en mucho
el ámbito de lo religioso, lo cultural y lo social.
Tras
la conquista de Nueva España en 1521, durante el proceso evangelizador sólo
existe constancia de sus apariciones a partir de 1648, cuando dicha visión la
registró el bachiller y sacerdote criollo Miguel Sánchez en su obra Imagen de
la Virgen María, que es la primera sobre el evento que fue publicada y
ampliamente apoyada por el segundo arzobispo de Nueva España, el dominico
Alfonso de Montúfar.
En
las fuentes originales no se hace referencia a ningún asunto religioso sino hasta
1554 (seis años después del fallecimiento del obispo fray Juan de Zumárraga),
cuando en su obra Diálogos Latinos Francisco Cervantes de Salazar mencionó por
primera vez la existencia de una iglesia o ermita en Tepeaquilla (Tepeyac).
Sin
embargo, el autor nada informó sobre datos o detalles de esa construcción, ni
de su fecha de fundación o su devoción, y tampoco hace alusión alguna a la
Virgen de Guadalupe.
Después
de la conquista las Actas del Cabildo de la ciudad de México registran que el
ayuntamiento hizo “merced al extremeño Antonio de Arriaga para que pudiera
hacer un asiento (casa) para tener sus ovejas en un peñón que está junto a
Tepeaquilla”.
“Un
querido amigo mío y de mi padre, don Agustín Arriaga Rivera, quien hace años
fue gobernador de Michoacán (1962-1968), me comentó que en efecto su ancestro,
de profesión panadero, había recibido en merced, que no encomienda o propiedad,
el hoy cerro del Tepeyac y las fértiles tierras cercanas, que entonces estaban
a la orilla del lago de agua dulce (donde hoy es la colonia Lindavista) y que
fueron muy fértiles para el cultivo del trigo, materia prima del pan durante
los primeros años de la conquista”, relató Gamio.
El
nombre completo del señor era Antonio Juan Diego de Arriaga y, por ser
extremeño como Cortés, era devoto de la Virgen de Guadalupe de Extremadura, por
lo cual en 1530 edificó en sus terrenos la primera capilla dedicada a aquella
virgen. Y según la historia que cuentan los Arriaga -abundó Gamio-, Juan Diego,
el de la leyenda de la aparición, era un indígena que cuidaba esas tierras y la
capilla, y recibió su nombre igual al de su patrón, como era costumbre al ser
bautizado.
También
habló de la existencia de documentos de fray Juan de Zumárraga en la biblioteca
de la Universidad Autónoma de Guadalajara, en uno de los cuales el arzobispo
solicita al virrey enviar soldados a Tepeaquilla con el fin de evitar que los
indios hicieran procesiones hacia ese lugar, pues pisaban los cultivos y
robaban el ganado en su camino para ir a adorar a su diosa Tonantzin en el
peñón del Tepeyac; este documento se puede consultar por internet.
Precisó
Gamio que sólo existen dos menciones de la existencia de una capilla o iglesia
en el cerro del Tepeyac, la primera de ellas es una iglesia en Tepeaquilla, que
aparece en el detalladísimo mapa de Upsala también conocido como “Plano de
Alonso de Santa Cruz” o “Mapa de México-Tenochtitlan y sus contornos” que data
de 1550, probablemente pintado en Tlatelolco antes de darse a conocer el
milagro guadalupano. La segunda cita corresponde a 1554 en los Diálogos Latinos
de Cervantes de Salazar, un toledano llegado a México en 1551 para dar clases
en la recién fundada Universidad.
El
mapa de Upsala evidencia incluso dos capillas: tanto la nueva iglesia
construida por orden del obispo de Montúfar, como la primitiva ermita del
Tepeyac, cuya edificación el cronista fray Juan de Torquemada atribuyó a los
primeros franciscanos, pero con el paso de los años los frailes y el obispo
Zumárraga se dieron cuenta de los peligros que había en los cultos de
sustitución que ellos mismos habían fundado.
No
era tanto que los indios veneraran en secreto a sus antiguas deidades, sino que
adoraban a Cristo, a la Virgen y a los santos no propiamente de una manera
cristiana, sino idólatra, con ceremonias organizadas por los propios indios en
ermitas y que los frailes no podían supervisar. Así, adoraban a la Virgen María
como una diosa de manera similar a como lo hacían con su antigua Diosa Madre
(Tonantzin, Coatlicue, etcétera) y veneraban las imágenes cristianas por sí
mismas y no por lo que representaban. Puede por ello suponerse que a partir de
1539 o 1540, los franciscanos cristo céntricos hayan desalentado el culto indio
a la Virgen María en la ermita del Tepeyac.
Por
último, Gamio precisó que en náhuatl no existe la palabra “virgen”, porque ese
pueblo no tenía esa connotación sexual que el término tiene en español.
La historiadora ecuatoriana radicada
en México, Alicia Albornoz, refirió que tepetl significa cerro y yacatl es
nariz, y el Tepeyac era el punto sagrado donde se ofrecían las vírgenes al
sacrificio; desde ahí eran lanzadas al vacío, en especial para implorar
lluvias.
Todo lo que sabemos de primera mano
sobre la Virgen de Guadalupe procede del poema Nican Mopohua escrito
en nahua hacia 1555 por Antonio Valeriano, quien se dice era primo de Moctezuma
y estudiaba en Tlatelolco.
Nican Mopohua significa “El que
narra” y ahí se relata la aparición a Juan Diego, apuntó Albornoz, pero
advirtió que si se lee en náhuatl es muy distinto a leerlo en español, porque
el nahua es más vasto, en virtud de que el indígena ve más cosas que el
europeo, es decir, que hay un segundo plano del lenguaje; las lenguas indígenas
son más poéticas que las europeas y en ellas hay más de lo que se oye.
La mayoría de las vírgenes de España
tienen niño, mientras que la de aquí no, sino que tiene la cinta negra en la
cintura que usaban las embarazadas en la cultura nahua y en la túnica rosa está
la inscripción “nahui ollin” o cuarto movimiento, que es el máximo símbolo
náhuatl y representa la presencia de Dios, la plenitud, el centro del espacio y
del tiempo.
Por su parte el cronista Eduardo
Rabell refirió que el padre Guadalupe Velázquez, quien fundó la primera escuela
de música sacra en Querétaro, compuso la música para la misa de coronación de
la Virgen de Guadalupe en 1895. Además, fue el fundador del coro Orfeo
Queretano, que cantó la música compuesta por el propio Velázquez en una misa a
la que asistió el presidente de Estados Unidos John F. Kennedy cuando visitó la
basílica de Guadalupe en México.
En este sentido, Rabell hizo alusión
al hecho de que las 46 estrellas que aparecen en el manto de la Virgen de
Guadalupe forman una melodía celestial si se les asignan notas de la escala
musical.
Pero este descubrimiento no fue tan
sencillo, se requirieron 23 años de investigaciones realizadas en el manto de
la Virgen de Guadalupe por parte del matemático Fernando Ojeda Llanes,
investigador del Instituto Superior de Estudios Guadalupanos.
Explicó que, con la aplicación de las
matemáticas, quedaba el elemento “música” y ya Pitágoras mencionaba que donde
hay simetría perfecta hay música, entonces decidió tomar como base los estudios
existentes de la imagen de la Virgen de Guadalupe e infirió que solamente faltaba
descubrir dónde y cómo”.
El resultado fue una bella armonía
musical, un sonido celestial, señaló Ojeda Llanes, quien agregó que esa
“armonía perfecta” podría haber sido la que escuchó Juan Diego cuando vio a la
Virgen de Guadalupe en 1531.
craveloygalindo@gmail.com
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