Domingo 5 de octubre de 2025
Letras de Arenas
Pepe
Arenas, presenta:
“Las
Peripecias, por P. Périz Copio”
IMPOTENCIA
Estuve a punto de salir de la
casa de mi tío Heriberto, pero mi tía Lupita, su esposa, me pidió que me
quedara.
— No, no te vayas, ya estás aquí y vamos a desayunar, que
para eso te invitamos.
Me
pareció una imprudencia permanecer, sabiendo que mi tío Heriberto, su esposo,
estaba convaleciendo de un “ataque de furia”, me dijo, que lo tenía en cama
desde la noche del jueves, 2 de octubre. Mi prima Liliana, su hija, me insistió
en que no me fuera, así que decidí quedarme, pues de otro modo parecería un
exceso de prudencia de mi parte, que podría interpretarse como un desaire.
Además
de Liliana, es una de mis primas favoritas por ser una persona libre, en el
sentido más amplio del término, no sólo por su albedrío, sino también por su
actitud frente a la vida, sus convicciones y su proceder. Ella decidió ser
madre soltera, y lo es, de mis sobrinos Raúl y Carmelita, casi adolescentes.
Decía que además de ella, estaban también mi primo Saúl, comerciante, y su
novia Gloria, ambos dueños de una tienda de antigüedades y joyería en el centro
de la Ciudad de México.
Me dio
mucho gusto ver ahí a otro primo muy querido, Felipe Copio Solís, el esposo de
Marcela, padres de Florencia, estudiante de Preparatoria, y de música,
siguiendo los pasos del papá, músico de carrera. Hacía más de dos años que no
los veía.
Nos
explicó Liliana que su padre, el tío Heriberto, policía de investigación
jubilado con más de 35 años en el servicio –aunque comenzó su carrera en al
policía preventiva y fue cambiando de adscripción en diversas corporaciones–,
sufrió una especie de patatús –así lo dijo– la noche del jueves, cuando
vio en la televisión uno de los noticiarios que cubrieron la manifestación que,
como cada año, desde hace ya 57, se organiza quesque para conmemorar los
trágicos sucesos de ese día, que no se olvida… ni se olvidará. Nos refirió mi
tía Lupita, para abundar, que él se fue descomponiendo al paso de las escenas
que recogían los hechos en que participaron esos individuos que integran un
grupo al que llaman el “Bloque Negro” o algo así.
— Se puso furioso, frenético. Decía que no podía entender
cómo los elementos de la policía no hacían nada para impedir que cometieran
estas tropelías y hasta soltó algunas palabrotas.
— Es que no son tropelías, como les dices tía, son
delitos, delitos que cometen impunemente frente a quienes, se supone, están ahí
para asegurar que no los cometan, pero más, en vez de aprehenderlos, parece que
los consienten; entiendo que se haya puesto así mi tío.
—Tienes razón Felipe, y como seguramente comprenden,
habiendo sido mi marido casi 40 años un policía ejemplar, con un historial
ejemplar, le pudo mucho ver cómo esos sujetos actúan sin ser sometidos por la
llamada “autoridad”.
Saúl y
Gloria dijeron que, como cada que llega esa fecha, cierran a piedra y lodo su
negocio, pues ya un par de veces, hace unos años, les robaron cuanto pudieron.
— Mi papá nos platicó que, en el 68, lo obligaron, por su
condición de policía, a formar parte de un tal “Batallón Olimpia” que reprimió
a los estudiantes; pero se mantuvo siempre en la retaguardia, para no desobedecer
las órdenes que recibieron él y sus compañeros de todas las corporaciones
policiacas; sin embargo, no entró en acción, afortunadamente. Creo que por eso
le afectan esas manifestaciones, porque, como dice, lo que hoy toman parte en
ella, ni siquiera habían nacido, refiriéndose a los vándalos — apuntó Liliana.
Estuve tentado de preguntar a mi
tía si sería prudente subir a saludarlo; pero me dijo que estaba dormido,
sedado por órdenes del médico. No recuerdo qué desayunamos.
josearenasmerino@gmail.com

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