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H, Matamoros, Tamaulipas:


CALORÓN

 Domingo 18 de mayo de 2025


Letras de Arenas

Pepe Arenas, presenta:

“Las Peripecias, por P. Périz Copio”

CALORÓN

— ¡Mamá!, ¡mi hermana descompuso el ventilador!

— Pero no lo hice a propósito, sólo quería que enfriara más, porque ya no aguanto el calor, por eso puse una bandeja con agua helada enfrente, pero se apagó, no sé por qué, pero dejó de funcionar.

Este pequeño drama ocurrió ayer, cuando estábamos festejando, como cada 15 de mayo a mi tío Rodolfo Périz, profesor jubilado de la SEP. A la reunión, en casa de mis primos Arnoldo y Mariana, padres de Domingo y las gemelas, Alma y Lucía; acudieron también mi prima Amalia Périz Gorráez y la pequeña Fátima, su hija, además del festejado, claro, y su esposa, mi tía Gudelia.

— Ya, ya, párenle las dos. Su papá verá cómo arreglarlo, ¿verdad Arnoldo?, mi vida.

— Sí, yo soy el milusos de la familia, ya lo saben. Pero no es para que te pongas así, Lucía. Todo tiene remedio.

— Ese es tu papel, sobrino, los hombres, jefes de familia, tenemos la encomienda de arreglar lo que se descompone. Y entiendo la reacción de Lucía: estamos enfrentando la realidad, me refiero a la situación climática que nos aqueja ahora y que, debo decirlo con preocupación y pena por las generaciones a las que tus gemelas pertenecen y a las de tus nietos, cuando los tengas: el así llamado Cambio Climático, llegó para quedarse. Y se va a poner peor— dijo mi tío Rodolfo, con la autoridad que dan los años–de algo sirve acumular experiencia– y le pidió a su mujer que le pusiera un poco más de hielo a su bebida.

— Por eso dije que mi hermana descompuso el ventilador. Si no lo arregla mi papá, esta noche no podremos dormir con el calorón que está haciendo.

— Alma, tienes razón; pero papá se va a encargar, ya lo dijo. Y si no puede, pues les prestamos el nuestro y santo remedio— dijo Mariana, su mamá.

A ver, déjenme que les diga lo que se me ocurrió hace unos días cuando conversé con mi antiguo profesor de Física— intervino Domingo—. Coincidimos en una reunión y nos preguntó a sus exalumnos de la Prepa qué se puede hacer para remediar lo que parece irremediable: el calor nos va a matar, acabará con la población, según predicen los más radicales observadores de esta situación. Yo dije que una posible solución sería vivir al revés, quiero decir, que nos acostumbremos a dormir de día, y a que lo que hoy hacemos a la luz del sol, lo hagamos de noche. Imagínense que vamos a la escuela a las ocho de la noche, y que las compras en el súper o en el mercado las hagan las señoras a las tres de la mañana y comamos a las cuatro, y veamos la tele a las siete y vayamos a dormir a las nueve, para dormir hasta las siete de la tarde, cuando comiencen las actividades.

Si esa fuera la solución, que me parece un tanto descabellada, ya lo no veré yo; sin embargo, querido sobrino, una medida como esa podría ser, efectivamente la solución a un largo, muy largo plazo. Algo habrán de hacer las siguientes generaciones— dijo el tío Rodolfo.

            Mientras pensaba en esa opción, con el permiso de mi prima, fui al refri por otra chela fría.

josearenasmerino@gmail.com

 

 

 

 

 


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