Martes 25 de marzo de 2025
No
dispares
No,
no dispares. Espera, dame unos segundos, uno al menos. Quita el dedo del
gatillo unos instantes, no me dispares antes de poner en orden mis
pensamientos, de ordenar aquí en mi mente, las fotografías que guardo en un
archivo especial, ese donde hay imágenes que me hacen sonreír, más aún, reír a
carcajadas; y esas otras, que tienen una pantalla gris, como de un humo que no
me deja respirar, las dolorosas, tristes imágenes que no pude borrar.
No
dispares, no aún, dame unas fracciones de segundo para avisar a mis ancestros
que voy para allá, donde están ellos aguardando mi llegada hace tiempo, mucho,
poco tiempo. También quisiera hacerles saber a los que se quedan aquí, que no
me esperen, que no llegaré a la cena hoy, ni al desayuno mañana, porque ya se
me acabó el mañana.
No
me apuntes, te lo ruego, déjame orar, darle gracias a mi Dios por la
oportunidad de haber conocido a mis parientes y amigos, para agradecerles por
su compañía, sus enseñanzas, por su paciencia y tolerancia; a todos los que
hoy, cuando voy a morir, hubiese querido decirles adiós, viéndolos a los ojos,
al menos, si no con un abrazo sin prisa, apretado, fuerte, uno más al menos. Y a
los que tropecé en mi camino sin querer, a quienes debo pedir una disculpa.
No
dispares, no antes de evocar tantos y tantos recuerdos que en este instante se
atropellan en mi memoria tratando de ganar un sitio preferente, sin lograrlo,
pues no es posible darles prelación en tan breve lapso.
No
estoy listo, no lo estuve antes pues no sabía que un día, este día, estarías
frente a mí con esa arma apuntando a mi cuerpo, presto a cegar mi vida así, sin
saber quién soy, sin saber si amo, si alguien me ama, si tengo hambre o si tuve
sueños memorables la noche de ayer, mi última noche.
Bueno,
si no puedes concederme un par de segundos más, hazlo, aprieta el gatillo ya,
como antes lo has hecho sin miramientos, así, acostumbrado ya a ver caer a
quienes ni su nombre sabes, sin siquiera escuchar sus ruegos, porque para ti no
son personas, no son seres con deseos, con historias, con emociones y
sentimientos, son sólo cuerpos, cosas; y disparas obedeciendo no un instinto de
conservación de tu propia vida, pues no te amenazan, no te intimidan, sólo
obedeces a quien te reclutó para eso, para disparar, para matar sin dudar y
terminaste convertido en sicario, en gatillero a cambio de dinero.
Dispara
ya.
José
Arenas Merino
0 Comentarios