Lunes 28 de octubre de 2024
Letras de Arenas
Pepe Arenas, presenta:
“Las Peripecias, por P.
Périz Copio”
JALOGÜIN
Me dejó plantado una
amiga a la que invité a comer churros y chocolate. Tenía mucho antojo, más que
deseos de verla –me dije, mintiendo–; pero lo que no me gustó al final fue que
no me llamó ni respondió a mi llamada para saber por qué no acudió.
Le llamé entonces a mi
prima Amalia Copio, ya que me encontraba a pocas calles de su casa y le
pregunté si era pertinente pasar a saludarla, a lo que contestó
afirmativamente, como también estuvo de acuerdo en que le llevara chocolate;
pero no churros, pues está tratando de bajar de peso, adujo, pues ya no le
queda bien la ropa, dijo.
⸺ Primo querido, qué
gusto que te acuerdes de mí⸺ me dijo, pero no me pareció correcto informarle
que estaba ahí porque mi citada no llegó.
Comenzábamos a ponernos
al día de los chismes familiares, degustando el chocolate y los churros –sólo
yo– cuando sonó el timbre. Era su vecina y amiga Camila, a quien ya antes conocía,
nos presentó Amalia hace un par de años, o algo así. Dijo que sólo quería
consultarle un asunto relativamente intrascendente, que mejor regresaría en
otro momento, para no interrumpirnos.
⸺ No, no te vas, amiga,
no estamos hablando de nada que no puedas escuchar⸺ le dijo Amalia y le
insistió en que pasara y tomara asiento. Estábamos en el desayunador y noté que
posó la mirada en los churros, así que le dije que, con toda confianza, comiera
los que quisiera, como me dijo mi mamá cuando me educó.
Le ofrecí el poco
chocolate que quedaba y aceptó, de modo que me quedé con las ganas de más. Ni
modo.
⸺ Ah, pues el asunto del
que quería hablar contigo, bueno, con ustedes, es que mi hija Romina, la mayor
–ya tiene 16 años- quiere ir a un Jalogüin, una de esas fiestas de brujas, y
además, espera que le haga un disfraz con sombrero de pico y llevar una escoba
de mijo y que la maquille, en fin, como acostumbran los gringos, y no sé qué
hacer⸺ dijo mientras le daba una mordida al último churro sobreviviente.
⸺ ¡Ay amiga!, no te
preocupes, yo te ayudo, es más, la señora que viene a ayudarme al aseo me
trajo, fíjate qué casualidad, una escoba de mijo, te la presto con mucho gusto
y hasta te echo la mano para maquillarla. Será la bruja más linda de la fiesta.
⸺ ¡No Amalia, no! No me
entiendes, el conflicto es mío. Les explico: vengo de una familia
tradicionalista, mi padre –que Dios tenga en su Gloria–, nos educó como
mexicanos, muy nacionalista, digamos, conservador; por eso hasta el año
anterior mis tres hijas iban a las fiestas de muertos vestidas a la usanza
mexicana, como catrinas, ya les mostraré en otra ocasión las fotos: lindísimas
las tres, con sus sombreros morados y maquilladas como calaveritas, preciosas.
Pero Romina ya entró a la Prepa, a una particular –que por cierto me cuesta un
ojo de la cara–-, y como es bilingüe, les enseñan las costumbres gringas y está
muy enojada conmigo pues no quiero que vaya de bruja, sino de catrina. No sé
qué hacer.
Estaba a punto de darle
mi opinión, pero mi prima se adelantó y le dijo:
⸺ A ver, amiga: nuestro
mexicanismo es resultado de una mezcla de culturas, de eso que llaman
sincretismo, por ello tenemos mucho de las costumbres de antes de que llegaran
los españoles, e igualmente de las que ellos trajeron. Vivimos la globalización,
Camila, you know? Este es el siglo
veintiuno, no podemos aislarnos, mucho menos de nuestros vecinos. Ándale, dile
que sí y te ayudo a vestirla para que sea la bruja más linda de la fiesta.
Estuve de acuerdo. Cuando
me despedí pasé nuevamente a la churrería, pero ya estaba cerrado el local.
José Arenas Merino
josearenasmerino@gmail.com
0 Comentarios