Martes 27 de agosto de 2024
Las Peripecias
Pepe Arenas,
presenta:
“Las Peripecias,
por P. Périz Copio”
FENTANILO
De
camino a casa de mi tío Heriberto Copio Gómez, ya retirado de la Policía de
Investigación, en la que culminó más de treinta años de carrera policial (ahora
recuerdo haber escuchado a su papá, mi tío Abuelo Justino, referir que
Heriberto siempre que jugaba con sus amiguitos pedía ser policía, no ladrón), y
he de decirlo, comenzó desde abajo, como cabo de crucero.
Decía
que de pasada compré un ejemplar del periódico que leo cotidianamente y cuando
entré a su casa, el diario en una mano y la bolsa de pan en la otra, mi prima
Liliana, su hija, me lo pidió para ver la cartelera cinematográfica, pues es
muy aficionada al cine y quería elegir una buena peli, me dijo.
Entré
a la cocina, donde mi tía Lupita, preparaba unas deliciosas enchiladas
potosinas para el desayuno. Luego del matutino saludo, me sugirió que me
sirviera un café recién hecho, del que nos manda de su finca de Coatepec mi
primo Martín.
Con
mis tíos Heriberto y Lupita viven Liliana y sus hijos cuasi adolescentes, Raúl
y Carmelita. Mi prima, madre soltera, maestra de Educación Primaria, aceptó
permanecer en la casa paterna luego de que en dos ocasiones sufrió sendos
episodios, uno en la calle cuando un individuo en una motocicleta le arrebató
el bolso de mano luego de arrojarla al piso, lo que le causó una contusión
severa que la llevó al hospital; y el segundo en su departamento, cuando una
noche se metieron dos individuos con la intención de robar, se supone. Ella
despertó con el ruido que hizo uno de ellos al tropezar con una silla, y de
inmediato se levantó y realizó dos disparos al piso con el arma que le dio mi
tío para su defensa. Al día siguiente la convenció de vivir nuevamente con sus
padres, no sólo por ella, sino por mis sobrinos.
Bajaron
a desayunar mi tío y sus nietos y me sentí más que complacido por tener una
familia, de hecho, dos, los Périz y los Copio, igualmente queridas, numerosas y
apapachadoras, no sólo conmigo, sino, en general, con toda la parentela. Mi tía
Lupita dice que somos como muéganos.
Raúl,
mi sobrino, se ha destacado desde niño por su inteligencia y madurez, como si
fuese un niño viejo, como le dice su abuelo. Terminó el desayuno antes que los
demás y tomó el periódico. Unos minutos más tarde, interrumpió la lectura y le
preguntó a mi tío Heriberto:
—
Abuelo, dime por qué no le ponen remedio al tema del Fentanilo, si no está tan
difícil.
Estaba
tratando de pensar en una respuesta, ordenando sus ideas ante un tema que no encajaba
entre los que se supone un chico de doce años entiende o conoce, cuando el
propio Raúl le dijo:
—
La solución está en la ciencia, abuelo, así como hay vacunas contra las
enfermedades como el Sars Cov 12 que genera la Covid, o las otras como el Sarampión
y la Viruela, ya habrían creado una para que, desde pequeños, con las otras
vacunas, haya una que prevenga una reacción contra el consumo de drogas, como
ese Fentanilo.
Aproveché
el silencio que se produjo mientras reflexionábamos en el dicho de mi sobrino,
para servirme otro café con leche clavel y una concha con nata.
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