Miércoles 10 de julio de 2024
Pepe Arenas, presenta:
“Las Peripecias, por P.
Périz Copio”
VACACIONES
Antes de acudir a su
casa, llamé a mi tío Arnulfo Copio Soberanes, de hecho, mi tío abuelo. Él es un
maestro jubilado, con casi sesenta años de casado con mi tía Adolfina Gómez, también
maestra jubilada. Él era director de una escuela primaria del estado cuando
ella llegó asignada para hacer sus prácticas como pasante de la carrera de
docente de la Escuela Normal de Xalapa y casi -según lo cuentan emocionados- de
inmediato se enamoraron. “Ya pasó el enamoramiento, ahora sólo hay amor” dice
ella mientras lo ve a él con una dulce expresión.
Decía que, según las
normas de urbanidad que me dictó mi madre, no hay que caer de improviso en casa
de nadie, ni siquiera de los parientes o los amigos, así haya confianza plena,
así que le pregunté a mi pariente si podía pasar a saludarlos, a lo que
respondió afirmativamente.
No era hora de comer, y
tampoco de cenar; sin embargo, cómo buen veracruzano de añejas costumbres,
ellos meriendan “ya no cenamos, si no, no podemos dormir” me dijo mi tío al
franquearme la entrada y luego de un amoroso abrazo, como lo hace con todos los
familiares que llegamos a visitarlos. Así que no faltaron una taza de chocolate
y unos churros.
Le extrañó, según dijo,
que llegara en taxi, así que le referí que fui de vacaciones a Playa Ojo de
Agua, en la carretera de Acapulco a Zihuatanejo, por recomendación de Filo –se
llama Filogonio– un excompañero de trabajo oriundo de Papanoa, un pueblo que él
insiste en que es ciudad.
— El primer día de haber
llegado me quedé sin coche, tío. Me hospedé en uno de los dos hoteles del
lugar. Era ya muy tarde, así que sólo acaté a entrar en la habitación y
descansar. Cuando desperté para ir a desayunar al mercado con mi amigo, el
papanoense, ya no estaba mi viejo Chrysler. Le hablé a mi amigo para decirle
del asunto y me sugirió que fuésemos a Zihuatanejo a reportar el robo en el
Ministerio Público; no obstante, me desalentó pues me dijo que, según su
experiencia, no harían mucho por encontrarlo, y como no estaba asegurado, me
pareció que era inútil intentarlo.
—
Pero, hijo, creo que debiste hacer algo al
respecto, no sólo resignarte a perderlo.
—
Verás tío, se trata de un viejo auto que tiene más valor sentimental para mí que
el precio que me habrían pagado si lo vendía. Lo malo fue que en la cajuela iba
mi maleta porque llegué muy cansado de tantas horas de viaje y como era muy
tarde, lo único que quería era echarme en la cama y dormir.
Cuando
se incorporó mi tía a la conversación, luego de ver su telenovela, la pusimos
al tanto de la conversación y también se lamentó de mi mala pata.
Les
dije que sólo porque mi amigo insistió, me quedé en su casa, él me prestó algo
de ropa y me acomodó en un cuarto que antes ocupaba una empleada doméstica,
anexo a la casa, es decir, no dentro de ésta. Pues bien, les referí, dos noches
después, entraron dos sujetos armados y nos robaron cuanto pudieron. A mí me
quitaron el reloj, una cadena de oro con una medalla que me heredó mi madre y
mi cartera, con la única tarjeta de débito que tengo, así que a la mañana
siguiente le pedí prestado el dinero necesario para regresar y ayer llegué, de
mis vacaciones.
Para
no amargarles el chocolate, no les dije que Filo me platicó que a sus parientes
les cobran piso, es decir, los extorsionan en sus negocios, y no son empresas,
no, son puestos en el mercado de diversos productos.
Felizmente
mi tía refirió la trama del episodio de su telenovela y cambiamos el tema.
josearenasmerino@gmail.com
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