Lunes 19 de febrero de 2024
Letras de Arenas
Pepe Arenas, presenta:
“Las Peripecias, por P. Périz
Copio”
“MARCHANTES”
Los lunes desayuno con mi tía Rita Martínez, la viuda de
mi querido tío Luciano Périz, quien trascendió hace ya varios años; sin
embargo, tuve que hacer un cambio porque ella no estaría en casa, me dijo, y
aproveché la invitación de mi tío Arnulfo Copio Soberanes, a quien no veía hace
ya un tiempo largo, y por lo mismo, a su esposa, mi tía Adolfina.
Me inquietó saber que mi tío Arnulfo estaba “un poco
indispuesto”, según dijo mi tía, así que estuve a un tris de volver sobre mis
pasos y renunciar a una suculenta porción de enfrijoladas con quesillo fresco y
cebollas, acompañadas de una vaporizante, o más de una, taza de café
coatepequense, del que mi primo Martín nos envía de su beneficio.
⸺ No, no te vayas. Tu tío bajará en un rato, de hecho
creo que ya está saliendo de la regadera porque no escucho el chorro del agua.
Ven, te sirvo una taza de café mientras baja⸺ me dijo mi tía.
Me aclaró que la leve indisposición de mi querido
pariente resultó de que ayer fueron a la Plaza de la Constitución, al zócalo,
como se le conoce; y además, del cansancio por la caminata, mi primo Paco, su
hijo, insistió que luego de la marcha por la Democracia, comieran en una fonda
en la avenida Hidalgo, que según él, es un buen lugar y que muchas veces come
ahí; sin embargo, algo no le cayó bien a mi tío y pasó una noche para olvidar.
Me comentó que también marcharon mi prima Susana, su
hija, y Manuel, su esposo, quien por cierto es nutriólogo, y aunque no reparó
en comer en esa fonda, le advirtió a mi tío que no comiera chicharrón en salsa
verde, pues no lo acostumbra y podría hacerle algún daño. Y ¡zas!, tal cual
ocurrió.
Además, me comentó mi tía que, no obstante acostumbran a
caminar un rato cada tarde, no lo hacen a pleno sol y en un trayecto tan largo,
pues era tal cantidad de personas, que tuvieron que dejar el vehículo en un
estacionamiento lejano.
⸺ ¿Cómo sigues tío?, ¿te arrepientes de haber marchado?⸺
le pregunté cuando bajó al comedor.
⸺ Claro que no, hijo, si tus primos no me hubiesen
sugerido acudir, lo habría hecho yo, y lo haré cuantas veces fuese necesario.
Espero que no haya más marchas, eso sí, porque si no hay más será porque no
será necesario salir a defender nuestros derechos, nuestras instituciones. No,
no me arrepiento, aunque debo aceptar, aquí entre nos, que me duelen mucho los
pies y las rodillas. Fue una buena friega, pero bien lo vale la Democracia.
Me narró entonces, mientras desayunábamos, las veces en
que caminó desde el Ángel de la Independencia –así le dicen a esa estatua que,
en realidad, se llama “La Victoria Alada”– hasta el zócalo, en 1968.
⸺ Te digo que volvería a marchar, pues entonces lo
hicimos para eso, para tener instituciones fuertes, independientes, con
autonomía. No nos las van a quitar ahora.
Me sentí muy orgulloso de mi tío, y de mi parentela, pues
fuimos muchos los marchantes.
Me serví otro café, luego de las enfrijoladas.
josearenasmerino@gmail.com
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