Lunes 13 de noviembre de 2023
Letras de Arenas
Pepe Arenas, presenta:
“Las Peripecias, por P. Périz Copio”
ACAPULCO
⸺ Buen día primo. No sé
si te desperté, pero si así fue, lo lamento. Quiero pedirte que vengas a
desayunar con nosotros, aquí en la casa, y nos eches una mano.
Le respondí a Arnoldo que
sí, que me despertó, pero no era tampoco tan temprano, lo que pasó fue que la
noche previa estuve jugando dominó con tres compañeros de mi generación, la
Generación Federalista de Abogados de la UNAM y llegué a mi cama pasada la una de
la mañana.
Entré a la ducha y
terminé de despertar, no sin antes preparar una taza de café que no terminé,
así que puse el sobrante en un termo y lo fui bebiendo en el coche de camino a
la casa de mi pariente.
De paso por la panadería
compré piezas suficientes de ladrillos –que le encantan a mis sobrinas–,
bizcochos, laureles para comer con nata, que siempre tiene Mariana en el refri
y conchas blancas, del gusto de mi sobrino Domingo, que las abre y les pone
frijoles negros.
Abrió la puerta una de
las gemelas, creo que Lucía, a quien no le pregunté pues me apena no poder
distinguirlas, pero como ellas ya saben que batallo para reconocerlas,
amablemente se identifican:
⸺ Hola tío, soy Alma,
¡ay!, qué bueno que trajiste pan. Seguro que para Lucía y para mí, hay unos
ladrillos en la bolsa.
Le entregué el pan y pasé
al desayunador donde ya me esperaban Lucía, Arnoldo y Mariana. Pregunté por
Domingo, y me dijeron que llegaría más tarde, con un grupo de amigos y entonces
comenzaría la chamba.
Arnoldo es ingeniero
civil y tiene su propia constructora. Él y su socio construyeron dos hoteles en
Acapulco y ambos resultaron afectados por Otis, desde luego, pero según me
platicó, los daños, aparentemente, no eran estructurales, de modo que la
remodelación sería más bien estética. Me refirió que organizaron dos cuadrillas
de trabajadores y los llevaron a Chilpancingo, donde rentaron varios cuartos
para establecer un centro de operaciones, desde donde desplazarse hasta
Acapulco llevando lo necesario para esa tarea de reconstrucción.
Mientras desayunábamos
una rica variedad de frutas con queso cottage, unas sabrosas enfrijoladas con
queso fresco y cebolla picada y café de Coatepec, hablamos de la gravedad de la
situación que se vive en todos esos municipios próximos a Acapulco, muchos de
ellos aún en terribles circunstancias pues no les ha llegado a los pobladores
de zonas marginadas y rancherías ninguna ayuda, no obstante lo que digan los
medios oficiales.
⸺ Un colega constructor
tiene un helicóptero y me invitó a hacer un reconocimiento de las zonas que aún
están en espera de ser asistidos. Aprovechamos para llevar cuanto cupo en
aparato y les dejamos lo que más requieren, en particular agua potable, porque
sin comer pueden sobrevivir unos días, pero sin agua…
Estábamos en eso cuando
llegaron Domingo y cuatro jóvenes más, compañeros de su Facultad, la de
Ingeniería de la UNAM, y cuando terminamos de desayunar, nos dirigimos a la
cochera, por cierto muy grande pues es para tres autos. Estaba repleta de cajas
de víveres y enseres de limpieza, agua embotellada y latas, entre otras cosas.
Entonces entendí el mensaje que escuché entre sueños: “ven a echarnos la mano”.
Nos organizó el propio Arnoldo y fuimos armando despensas en grandes bolsas de
plástico –que se usarán para llenarlas de basura, de la que sobra ahora allá– y
ordenadamente hicimos una fila para ir poco a poco cumpliendo la misión.
⸺ Sólo espero que no nos
impidan el paso, o que nos roben en el trayecto.
⸺ No te preocupes Lucía,
si alguien nos arrebata todo esto, será finalmente para que otros lo consuman,
y de eso se trata.
Entonces a mi mente
regresaron las imágenes del otro huracán, también devastador: la rapiña.
josearenasmerino@gmail.com
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