Miércoles 20 de septiembre de 2023
Letras
de Arenas
Pepe Arenas, presenta:
“Las Peripecias, por P. Périz Copio”
TEMBLOR
El 19 de septiembre cumplen años dos personas a quienes
quiero mucho: Gloria Luévano, mi prima política –esposa de Matías– y Bela
Palafox, a quien por cierto no veo hace
mucho tiempo; sin embargo, la recuerdo siempre, y no por el terremoto que
ocurrió precisamente el 19 de septiembre, pues ella fue mi alumna dos años
antes, pero luego del 85 quedó claro que la coincidencia lo hace aún más
recordable.
Desde la casa de mi tío Rodolfo Périz, maestro jubilado,
le mandé una felicitación a Bela y ahí mismo le entregué a la otra cumpleañera
un dije de plata que compré en el centro. Sé que a Gloria le gustan los
colibríes, así que le obsequié uno que mucho me agradeció.
Gudelia, mi tía, esposa del querido tío Rodolfo es
maestra también, y si no estoy inventándolo, se conocieron precisamente en la
escuela primaria que dirigía él y ella estaba al frente de un grupo. Cada año,
en su casa, celebran a su nuera, es decir a Gloria, y más de una vez su marido,
mi primo Matías, médico ginecólogo, ha estado ausente por razones de su
profesión, pues como él dice, “la cigüeña no tiene descanso”, y en esta ocasión
casi se repite la urgencia; pero no, ahí estuvo para celebrar a su mujer.
La tía Gudelia se lució con la sopa de cebolla, rollos de
carne rellenos de tres quesos, arroz blanco con rajas y crema y uno de mis
postres favoritos: chongos zamoranos. Llevé esta vez dos botellas de vino
chileno y el consabido mezcal Oxhoa.
Estábamos en el postre cuando, inevitablemente, saltó a
la conversación el tema obligado en esta fecha: los terremotos del 19 de septiembre.
El primero en referir su experiencia fue Matías:
⸺ Estoy seguro de que nunca olvidaremos en dónde
estábamos en el del 85, en particular, ya que vivíamos en el entonces D. F.,
donde tantos muertos y daños hubo. Yo, no sé si lo referí antes, estaba precisamente
en los baños para hombres en el cuarto piso del Centro Médico. Mi guardia
terminó a las 7 de la mañana, como de la de varios médicos más y estábamos
justo 19 minutos después en las regaderas, cuando se vino abajo parte de la
fachada y quedamos expuestos a la vista de quien nos haya visto ahí, desnudos y
enjabonados. Cómo olvidarlo.
⸺ Nosotros estábamos en la escuela, ¿verdad viejo?⸺ dijo
mi tía, mirando a Rodolfo⸺, y fue inevitable que los niños entraran en pánico,
como algunas de mis compañeras, pero aquí mi director, por el altavoz, desde su
oficina llamó a la calma y controló más o menos la situación. De hecho, al
menos tres aulas resultaron tan dañadas que fue necesario demolerlas.
Felizmente no hubo heridos ni fallecidos, pero el susto fue mayúsculo.
Fue precisamente el tío Rodolfo el que entonces habló:
⸺ Sí, pero en el terremoto del 17, es decir, 32 años
después, también hubo muchos muertos y daños que aún no se restauran, es más,
los hay desde el del 85 y yo pregunto: ¿estamos listos para los que siguen?,
digo, porque habrá más, lo puedo firmar. No creo que con hacer uno o dos
simulacros al año sea suficiente y ya ven, hay quien se resiste a participar.
No sabemos prever, no tenemos la cultura de la prevención. Y no sólo para el
caso de los terremotos, ya ven en lo que se refiere a incendios, ¿cuántos
tienen siquiera un extintor en su casa?
⸺ Pues en esta casa tampoco tenemos⸺ respondió Gudelia y
soltamos la carcajada.
Casi me acabé todos los chongos yo solo. Nada me
empalaga.
josearenasmerino@gmail.com
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