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H, Matamoros, Tamaulipas:


Chocolates

 Lunes 26 de septiembre de 2022


Pepe Arenas presenta.

Peripecias, por P. Périz Copio

Chocolates

Como muchos mexicanos, tengo parientes –de ambas ramas familiares– en muchos estados y más, aún fuera del país, en particular, claro, en Estados Unidos de Norteamérica. Uno de ellos vive en Zapopan, pero él dice vivir en Guadalajara, y no porque la primera podría llamarse ya Zapopan de Caro –porque el famoso narcotraficante tiene “n” propiedades en esa ciudad–, sino porque ya son municipios conurbados y Guadalajara es más famosa, hasta tiene su canción-himno.

Hace no sé cuántos años ya que mi primo Ramiro Périz Silva se fue a Jalisco, a trabajar en una empresa de su suegro y a la muerte de éste, se quedó al frente del negocio; pero como a muchos mexicanos, le ha ido mal o, al menos, no tan bien como en años anteriores. Me llamó para decirme que vendría a Cuernavaca a cerrar una operación de compraventa, pero no me dijo de qué.

Fuimos a comer a Casa Morelos, un restorán muy conocido en el mero centro de la capital morelense que administra mi amigo Juan Ponce. Luego de unos mezcales de mi favorito, Oxchoa, acompañados de gajos de naranja con chile piquín, trajeron los platos de nuestro pedido.

Nos pusimos al corriente, o casi, de los acontecimientos familiares, luego de tan prolongada ausencia y le dimos una buena repasada a los chismes de algunos de los Périz, y recordamos a los que ya no están en este plano, que son varios. Aproveché una pausa en la conversación y le pregunté qué lo trajo a Cuernavaca.

 ⸺ Pues verás, primo, como un negocio complementario para compensar la situación, me asocié con el padrino de mi hijo Ramirito, y pusimos un lote de compraventa de autos usados. Mi socio, Ernesto, se llama, se ha dedicado casi toda su vida a ese ramo y hace ya más de 3 años rentamos un terreno y construimos una bodega, una bodegota, más bien, y fuimos guardando ahí autos de procedencia extranjera, o dicho de otro modo, autos gringos, de esos que traen mexicanos que viven allá y aquí los dejan, a precio de ganga.

Recordé haber leído que allá por los años setentas se permitió el ingreso de vehículos de trabajo, es decir, camionetas de las llamadas picop para uso en actividades agrícolas y pecuarias; pero al paso de los años ya no eran de ese tipo, sino sedanes y hasta autos lujosos que entraban con un permiso temporal y aquí los vendían baratos, pero con el riesgo para el comprador de que se los decomisaran, y por no tener documentos derechos, les llamaron chuecos, y de ahí derivó el nombre de “chocolates”.

Estaba por preguntarle para qué los adquirían para guardarlos, cuando me lo dijo:

 ⸺ No sé si te enteraste, primo, pero finalmente sucedió lo que Ernesto adivinó hace mucho tiempo: ya también Jalisco está en el programa de regularización de autos “chocolate”, y por sólo dos mil quinientos pesos, así, sin más, ya son regulares y fue como sacarnos la lotería, porque ahora los vendemos a precio de mercado. A eso vine, traigo un Cadillac Seville que le pidió a Ernesto un exdiputado de aquí, de Morelos.

Le pregunté por qué el presidente decidió extender no sólo el lapso para regularizar esos vehículos –me dijo que del 13 de septiembre al 31 de diciembre– sino los estados incluidos en el programa, ya que no son únicamente los fronterizos, sino hasta Puebla y ahora Jalisco.

 ⸺ No seas ingenuo primo: si cada dueño de esos autos tiene una familia, y en esa familia hay ciudadanos, es decir adultos, ¿cuántos votos crees que significan para su partido? No me extrañaría que muy pronto diga que también incluirán al Edomex.

Decidí cambiar el tema ante mi candidez y pedimos los digestivos.

José Arenas Merino


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