Martes 13 de septiembre de 2022
Pepe
Arenas
presenta.
Peripecias, por P. Périz Copio
¡Ay Alito!
Mi tía Adolfina Gómez de Copio, casada no Arnulfo Copio
Soberanes, mi tío, me llamó y me pidió que fuera a verlos a su casa la noche de
antier. No me dijo para qué o por qué; sin embargo no me gustó el tono de su
voz cuando me lo pidió. Desde luego que le prometí acudir y le pregunté si
quería que llevara algo para la cena –así me enseño mi mamá: “no llegues nunca
con las manos vacías” –, y me respondió que no, no era necesario.
Recordé haber estado antes ahí, varias veces, y también
que ella hace unos deliciosos tamales al estilo oaxaqueño de codillo de cerdo
de rechupete. En ese momento desee que no faltaran en la mesa. Además, a mi tío
Arnulfo le mandan un mezcal de no sé dónde del estado de Guerrero que no le
pide nada a los que ahora embotellan y venden carísimos en las vinaterías y los
supermercados. Seguro que tendría una botella en la cantinita de su estudio.
Mi tío estuvo muy cerca de ordenarse como sacerdote
católico, pero como él dice: “Dios me tenía preparado un camino distinto, por
eso tropecé con Adolfina”.
Llegué puntual a las 8 de la noche, como me lo solicitó
mi tía y llevé un ramito de jazmines, de los que venden en los camellones. La
cosa era cumplir la encomienda materna.
Además de mis tíos estaba su único hijo, mi primo
Francisco Copio, catedrático en la Facultad de Estudios Profesionales de la
UNAM, allá en Acatlán, en el Estado de México, casi esquina con la Ciudad de
México. Ahí, desde hace algunos años, imparte diversas materias en la carrera
de Comunicación y Periodismo, si aún se llama así, no lo sé.
⸺ Perdona el
abuso, hijo⸺ me dijo mi tía, sottovoce,
para que no nos escuchara mi tío que aún no bajaba de su habitación⸺ pero es
que está muy deprimido y desde hace unos días no quiere hablar conmigo ni con
tu primo ni con nadie más, y como sé que eres su sobrino consentido, le dije
que vendrías a cenar y que tú…
Se interrumpió porque apareció mi tío. Luego de los
saludos y las preguntas de rigor, nos sentamos a la mesa y estaba a punto de
inquirirlo acerca del trámite de su jubilación, cuando me preguntó, a
bocajarro:
⸺ ¿Eres priista?
Casi me atraganto con el bocado –no hubo tamales, mi tía
sirvió las albóndigas que sobraron del medio día– y estaba ordenando mis ideas
para responder, pero Francisco se atravesó:
⸺ Papá, cómo le
preguntas eso a mi primo, digo, hay otras cosas de las cuales podemos conversar
y no de tu partido, o lo que va quedando de él.
Sabía que mi tío militaba en ese partido desde siempre,
de hecho, además de participar activamente en la formación de grupos en su
distrito electoral y ocupar algunos cargos honoríficos, llegó a aspirar a una
curul local, como suplente.
⸺ Francisco tiene
razón, Arnulfo, tu sobrino no vino a cenar con nosotros para escuchar tus
lamentaciones por lo que está ocurriendo en el PRI, ¿Verdad hijo? ⸺ preguntó
dirigiéndose a mí.
⸺ Claro que no,
hay muchas otras cosas de qué hablar, hace un chorro de tiempo que no viene mi
primo⸺ terció Francisco.
Pensé en proponer algún tema, o bien, hablar de la
familia, de los queridos y numerosos Copio a los que no he visto hace mucho,
pero el que habló –y no dijo nada más– fue mi tío:
⸺ ¡Ay pinche
Alito!
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