Martes 6 de julio de 2021
EL FILÓSOFO DE GÜÉMEZ
LA FELICIDAD
Por Ramón Durón Ruíz (†)
L |
a maestra de la escuela
primaria, antes del fin del ciclo escolar se conectó en línea, con los padres
de familia y les preguntó:
–– ¿Qué quieren ustedes que sean sus hijos cuando sean grandes?
–– Yo –respondió Amebiano–, quiero que sea doctor, esos ganan harto
dinero.
–– Pues yo –dijo Simpliana–, quiero que sea ingeniero, en las obras que
hacen les va requetebién.
–– No, yo –dijo Audomaro–, quiero que estudie en el Tec. de Monterrey,
ahí van los hijos de los hombres más ricos y se hará amigo de ellos y tendrá
asegurada su chamba.
Uno a uno los padres de familia fueron diciendo lo que querían que sus
hijos fuesen, una vez que hubiesen egresado de la escuela de Güémez.
Cuando el Filósofo se encontró con la maestra, le preguntó cómo le
había ido y sorprendida comentó:
–– Nadie dijo: ¡Yo Quiero Que Mi
Hijo Sea Feliz!
Conforme pasa el tiempo me he dado cuenta que en esta vida venimos a ser
felices... lo demás llega por
añadidura. La felicidad es el tema
sustantivo en la vida del Filósofo de Güémez, un campesino que sin más escuela
que la que la vida le da, vibra en sintonía con el universo y a través del
poderoso sentido del humor se conecta con su divinidad, haciendo que cada hora
de su día sea espectacular.
Este viejo campesino, en la búsqueda de su felicidad, se da el permiso de equivocarse y seguir adelante,
porque sabe que es la mejor manera de crecer, vivo mi vida segundo a segundo con
la plenitud del sol.
¡Ahhh! y no olvido amar mi cuerpo, porque sé que es el compañero que
habrá de estar conmigo hasta el final de mis días, lo alimento amorosamente y
lo lleno de humor, ése que me colma cada instante de la magia del amor y me
recuerda que no estoy aquí por casualidad, sino con un propósito de vida: ¡ser feliz!
Pa’
este viejo Filósofo, cada nuevo amanecer siempre viene acompañado con el
milagro de la vida, y al despuntar el alba me surge la inevitable pregunta:
¿qué voy a hacer hoy?, y la respuesta llega sin muchos recovecos: ¡voy a ser feliz!... lo demás llegará
por añadidura.
Con el tiempo he llegado a comprender que el principio de la felicidad está en nuestro interior;
quien es feliz tiene arraigado, en
lo más íntimo de su ser, el principio de la sabiduría, ése que en la tormenta o en
la calma, en los días soleados o en los de densos nubarrones, en los de proyectos truncos o en los de
logros, nos conduce al encuentro maravillosamente reconciliado con uno mismo.
Cuántas veces habré visto que la gente es como los borrachos de Güémez,
que buscan su casa sin saber por dónde está; así es la felicidad, si la quieres encontrar en las cosas mundanas y
materiales, jamás llegaras a ella, la
felicidad está en tu interior, cuando te des cuenta de ello, iniciarás el
más maravilloso de todos los viajes: el viaje hacia tu alma.
Ser feliz te enseña a olvidar agravios, a viajar
ligeros de equipaje, a maravillarte con los milagros diarios de la vida, alegrarte
con el éxito ajeno, a reconocer los méritos y cualidades de todos, a dejar de
lado las miserias humanas, a hacer el bien a todos, en todo lugar y todo el
tiempo, a amar lo que tienes, a compartir tus dones y alegrías, ser feliz tiene el milagro de hacerte
hoy más sabio que ayer.
He aprendido que la felicidad
huye de la soberbia y nace de las almas en plenitud de humildad, ésas que saben
que la felicidad es un regalo de
Dios que entre más se reparte por el mundo… más se queda en nuestra vida.
La felicidad es aún más completa, cuando tienes el
privilegio de vivirla compartiéndola, hecho que te conducirá a armonizar mente,
cuerpo y alma con el universo y todos los bienes que la creación tiene se
abrirán para llegar especialmente a tu vida.
Pero, fundamentalmente, la
felicidad radica en estar en paz contigo mismo, gozando de una actitud
mental-física propositiva y positiva, sabiendo que todo lo que te pasa sucede
para tu bien, porque no hay casualidades, sino causalidades… el que busca la felicidad inevitablemente la
encuentra.
En torno a la felicidad las
abuelas de Güémez dicen dos cosas: 1) es inmensamente feliz aquél que durante las 24 horas del día no tiene tiempo pa’
pensar en pendejadas, y 2) que todos somos felices
en la misma medida que nos aventuramos a serlo.
Por eso éste viejo campesino de allá “mesmo” dice:
“La gente que es feliz…
¡NO TIENE TIEMPO PA’ ESTAR ‘INGANDO!”
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