Domingo 24 de enero de 2021
MIL MIGRANTES VIVEN EN UNA PEQUEŇA
CIUDAD
CONSTRUÍDA CON PURAS CASAS
DE CAMPAÑA
Por Lupita Díaz
Una pequeña ciudad donde viven
mil personas provenientes de Honduras, Guatemala, Salvador, principalmente,
organizada en tres secciones con dos ¨calles¨ y viviendas construidas con
lonas, cartón y pedazos de madera, algunas otras son casas de campaña
es donde viven los migrantes que llegaron en el 2019 a nuestra ciudad, al día
de hoy siguen apostados ahí, aunque de forma más organizada y limpia que al
inicio de su llegada, con la esperanza de lograr e l sueño americano.
El campamento de los migrantes se
encuentra ubicado en el bordo del río Bravo, justo frente a las instalaciones
de la Marina Armada de México, hay una rampa que permite la entrada a
vehículos, una vez arriba hay espacio
completamente desmontado que permite ser usado como estacionamiento y una
oficina de la Organización de las Naciones Unidas que está ocupada por personal
de migración de México, quienes están encargados de impedir el paso a las
personas hacia el campamento, mismo que está delimitado en su perímetro por una
malla ciclónica, en las limitaciones al este que da a el Rio Bravo y al oeste
por la calle Tamaulipas.
La entrada al campamento es por
un portón de acceso que da a la entrada principal donde se puede caminar por
una calle de tierra debidamente aplanada y libre de baches que tiene a sus
lados las casas de campaña donde viven los migrantes de origen centroamericano, hay
carpas muy altas y grandes en extensión que resguardan y cubren a las pequeñas
casas de campaña donde viven los migrantes, lugar donde El Diario de
Matamoros hizo el recorrido en forma exclusiva para darlo a conocer en este
reportaje.
El área luce muy limpia, no hay
basura tirada y las casitas algunas hechas con lonas de plástico, cartón y
pisos de las llamadas paletas de madera,
a pesar de la miseria y la carencia se ven limpias, seguramente porque
cuando dimos el recorrido ya era el medio día, tiempo suficiente para asear los
pequeños espacios, pudimos observar como en algunas casas ya empezaban a preparar
la comida en anafres, pequeñas fogatas y los más creativos construyeron hornos
y estufitas de barro donde pueden preparar sus alimentos.
EL campamento está organizado en
tres secciones, cada sección cuenta con un padrón, una tienda donde llegan los
víveres que envían organizaciones bienhechoras y que voluntarios migrantes “trabajan”
entregando las despendas por semana a cada una de las familias empadronadas, se
apuntan en unas hojas el nombre, edad, nacionalidad de la persona que recibe la
despensa para llevar el control detallado.
“Hay mucha necesidad aquí, y
todos la padecemos de igual manera, (nos dijo una mujer de origen salvadoreño
encargada de entregar despensas gratuitas en una de las tiendas), por lo que no
se dan abusos, nadie es capaz de venir dos veces a pedir despensa porque saben
que apenas alcanzamos y que todos estamos necesitados”. ¨
En el campamento se recibe la
ayuda de Médicos sin Fronteras, una organización a nivel internacional
encargada de proporcionar consultas médicas, medicamentos básicos y apoyo
psicológico, ellos cuentan con una carpa grande que funge como consultorios a
donde se dirigen los habitantes de este campamento cuando no se sienten bien.
También se cuentan con dos
escuelas, que son patrocinadas por Team Brownsville, que les proporcionó
dos carpas grandes, mesas con sillas, material didáctico, biblioteca y pizarrón
donde los niños reciben de 8 a 12 del día clases formales de español, lectura,
ciencias sociales, y matemáticas, por la tarde de 3 a 6 regresan y toman clases
de inglés y manualidades. Algunos de los
niños asisten a clases en un edificio cercano que pertenece a la SEP y donde
toman clase a distancia con el sistema televisivo.
La encargada de lograr la
organización de toda la población migrante y la ayuda humanitaria que han
recibido hasta ahora es la hermana religiosa Norma Pimentel, quien pertenece a
la Orden Misioneras de Jesús y trabaja actualmente para la Diócesis de
Brownsville en el área de Caridades católicas en los Estados Unidos, apoyando a
las personas que están en situaciones críticas que no cuentan con recursos y
tienen dificultades para salir adelante, su trabajo es recaudar fondos para
distribuir despensas y ayudar a las comunidades más necesitadas. Recientemente fue designada agregada de la
ONU para coordinar trabajos de ayuda para los migrantes que están en ambos
lados de la frontera entre Matamoros y en Brownsville.
Su trabajo ha sido brillante,
busca y establece alianzas con organizaciones y particulares que le entregan
donaciones y les permite ayudar a mitigar la situación crítica a los migrantes,
recibe ayuda por parte del gobierno de los Estados Unidos y de la iglesia
católica. Actualmente cuenta con la
ayuda de la organización Planet Water, una fundación norteamericana sin afán de
lucro que ayuda a las comunidades más desprotegidas llevándoles sistemas de
filtración y purificación del agua para que pueda ser potable y puedan beberla
también.
El agua para beber la toman del
centro de filtración y purificación donde rellenan sus botellones de plástico y
el agua potable que usan para asear las casitas se reparte en una camioneta que
en su caja lleva un gran contenedor lleno de agua y con un sistema de mangueras
que permite rellenar los botellones de plástico que cada quien tiene.
Un grupo de norteamericanos les
han ayudado a instalar baños portátiles, pequeños centros conectores de luz que
les permite tener en la noche un poco alumbrado. Además, les instalaron
estaciones con grandes talladores y sistemas de mangueras que permiten lavar y
enjuagar su ropa, para luego tenderla en improvisados tendederos de mecate o
plástico donde colocan la ropa para que se seque con el sol.
“Ha sido un gran reto organizar y
traerles lo necesario a tantas familias que decidieron quedarse en este
campamento, afortunadamente recibimos muchas donaciones, pero la situación de
ellos sigue siendo crítica y una realidad muy dura, las carpas permiten la
entrada del frio, no cubren completamente del sol y del calor, el plástico se
quema y se quiebra y cuando llueve, pues el agua penetra en las casas de campaña
mojando sus pocas pertenencias, a eso le sumamos que el rio trae ratas y otros
animales como las víboras que suben hasta el campamento, los insectos, los
zancudos que hacen todavía más terrible la supervivencia aquí”, declaró la
hermana Pimentel.
Con profunda empatía hacia los
habitantes de este campamento quienes la saludan con cariño y respeto, nos
confiesa: Lo peor es cuando se enfrentan a la realidad de el crimen organizando
que es bien sabido que controlan a la comunidad entera y este lugar no está
exento; aquí hay gente que trabaja para ellos y les comunica todo lo que está
pasando. Por ejemplo, nadie puede cruzar el río por su cuenta y tienen que
pagar la” cuota”; si no lo hacen ocurren muertes extrañas donde se dice que
supuestamente se ahogaron, pero en realidad los mataron a golpes por no querer
pagar.
Los niños corren peligro, la
noche es peligrosa, al principio se registraban violaciones cuando vivían abajo
en la explanada. Se escuchan historias de que se robaban a las chicas para
llevarlas a la ciudad y prostituirlas, por lo que los hombres, los padres se
turnaban por las noches para hacer guardias y vigilar para protegerse. Siguen
los casos de violaciones por lo que es peligroso salir al baño
durante la noche pues se corre ese riego. Ahora que están más
resguardados ya no han tenido necesidad de hacer guardias, se protegen unos a
otros y han hecho alianzas de buena vecindad y todos se cuidan entre sí, explicó.
A pregunta expresa de la reportera sobre
cómo funciona la economía de los migrantes, la hermana Norma Pimentel explicó
que algunos de los migrantes salen a trabajar para mantener sus gastos, aunque
algunos reciben dinero de sus familias, que les permite sobrevivir, pero al
mismo tiempo se van endeudando poco a poco y al final tendrán que pagar, otros
han optado por vender comidas, popusas, flautas, etc. Otros compran dulces en
el comercio local y los revenden en el campamento obteniendo algunos pesos.
“La necesidad de toda esta gente
es grande y parte de los obstáculos que tenemos para ayudarles proviene
principalmente de la aduana, que desafortunadamente no permite la entrada de
toda esta ayuda, porque se te pide que pagues impuestos como si los productos
fueran a ser vendidos. Así que tenemos que
recurrir a particulares que nos hacen el favor de pasar de poco en poco las
donaciones cuando viajan de Brownsville a Matamoros”, apuntó
la agregada de la ONU.
“Lo mejor de este trabajo es la
satisfacción de ver al ser humano disfrutar de lo que se merece, ayudar a la
gente a que reciba lo que necesita, lo que es de ellos, es un gran gozo para el
corazón y para mi vocación, confesó finalmente con una gran sonrisa la hermana
Norma, la Monja Favorita del Papa, como es conocida en las redes sociales y
quien fuera declarada por la revista Time como unas de las 100 mujeres más
influyentes del 2020.
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