Miércoles 27 de enero de 2021
EN LAS NUBES
De mis
bendiciones 12
Carlos Ravelo Galindo, afirma:
Para no perder el hilo, seguimos con
mis bendiciones
Benditos sean aquellos que nos leen, porque saben
lo difícil encontrar fuerzas para llevar mi cruz
Hablé
de Carlos Borbolla, y dije que ya alcanzó la gloria. Está allá arriba, si es
que se portó bien. Pero como creo que sí, reproduzco una entrevista que me
hizo. Y claro, se publicó en Excélsior en primera plana:
“Si
alguien conoce y guarda secretos de El Palacio Negro de Lecumberri y de la
impartición de justicia en los tribunales, ese es Carlos Ravelo Galindo, quien
ya suma 55 años de su vida en el mundo de la información. 33 de ellos en
Excélsior, actualmente comentarista radiofónico y dedicado a escribir sus vivencias
profesionales, ya es autor de cinco libros.
“Él
proclama que todo lo que es, se lo debe al Periódico de la Vida Nacional.
Tuvo la
“buena suerte” de cubrir como reportero uno de los periodos más negros en los
anales de la antigua Penitenciaría del Distrito Federal. Observó de cerca cómo
se aplicaba la Ley en los juzgados penales. Escribió sobre las corruptelas de
siempre dentro de la prisión, los abusos de uno de sus directores e inclusive
por ello le tendieron una trampa para calumniarlo, difamarlo y así tratar de
eliminarlo como periodista. Gajes y peligros del oficio en aquellos tiempos.
“Tiene
en cambio muchas satisfacciones personales, de las que en última instancia vive
un reportero. Y una de ellas es haber escrito el mejor reportaje, el más completo,
con abundancia de datos y nombres, sin amarillismo, sobre una de las más
sensacionales y sangrientas fugas del penal. Su nota fue publicada en la
primera plana de Excélsior, a ocho columnas y tres de bajada, el 6 de diciembre
de 1962.
“La
cabeza principal de nuestro diario informaba a los lectores: “Fuga a Tiros en
Lecumberri: 2 Muertos, 3 Heridos, 2 Escapados”.
“Uno de
los que perdió la vida fue “Tony” Espino, un verdadero gánster internacional,
asesino y narcotraficante. Logró huir Fidel Corvera Ríos, ladrón de coches,
criminal, narcotraficante, pero su carrera delictuosa lo llevó también a la
muerte. “Este tipo de evasión, con
violencia, a balazos, se salía entonces de la regla cotidiana, impuesta por la
corrupción imperante en la cárcel.
“Las
fugas de Lecumberri eran normales. Los reos escapaban por la puerta principal,
no por las murallas ni por los agujeros (túneles)”.
“La
mordacidad, con sonrisas, asoma en estas palabras del periodista entrevistado
-machetazo a caballo de espadas-, por cortesía, claro, de antiguo compañero de
correrías profesionales.
“Y
ejemplos hay muchos. Un subdirector del penal sacó de la prisión a un estafador
internacional: Alejandro Lezoni D’Almagro, en su propio coche. Varios celadores
acompañaron hasta la calle a un falsificador francés.
“Carlos
Ravelo llegó a la Redacción de Excélsior a los 17 años de edad, en 1947, y como
todos los que aspiraban a ser periodistas, empezó desde abajo, como office boy
–unas de las escuelas del oficio-, pero él exigió y logró que se le diera otra
categoría: ayudante.
“A
partir de 1953, por orden de Don Rodrigo de Llano, el director general, se hizo
cargo, como reportero, de las llamadas fuentes judiciales, lote que incluía la
Penitenciaría del DF, los juzgados y cortes penales, así como el Tribunal
Superior de Justicia del Distrito. Y por su cuenta tuvo que estudiar, para
principiar, los códigos de Procedimientos Penales y Civiles.
“Sustituyó
en esa responsabilidad a uno de los grandes reporteros de Excélsior: Pedro
Pagés Elías, quien usaba el seudónimo de Bertillón Jr., éste pidió ser relevado
de esa misión periodística ante la amenaza de ser deportado –era de
nacionalidad española-, por escribir sobre las irregularidades que observaba en
las consignaciones que hacía el Ministerio Público. Él era abogado y
criminólogo y una de sus fuentes de información era la Procuraduría de Justicia
del Distrito, cuyo titular era entonces el abogado Carlos Franco Sodi, quien
antes había sido director, con muy mala fortuna, del Palacio Negro de Lecumberri.
“Al
licenciado Carlos Franco Sodi no le gustó la crítica de Bertillón Jr. Y le leyó
la cartilla. Pedro Pagés Elías reveló lo sucedido a sus compañeros de fuente,
quienes le ofrecieron su respaldo. Pero él, periodista honesto y decente,
además, no quiso provocar problemas a su periódico con el gobierno y optó por
solicitar su cambio.
“Desde
entonces, empecé a trabajar todos los juzgados penales del fuero común –eran
quince en total-. Estaban ubicados en la parte exterior del viejo edificio de
Lecumberri. El director del penal era el coronel Francisco Linares Tejeda.
CONTRA
LA VERDAD, LA TRAMPA Y LA CALUMNIA
“Con
Linares Tejeda tuve un problema muy grave. No lo atacaba, pero daba a conocer
en mi información periodística todos los problemas e irregularidades que
existían dentro del Palacio negro de Lecumberri. El ideó un plan para que un
convicto, ladrón de coches y criminal, Miguel Yancovich Parascovia, jefe de una
tribu de gitanos, me pusiera una trampa, éste me pidió como favor que le
entregara 200 pesos a su familia, que esperaba en la calle. Me explicó que no
podía darles personalmente ese dinero porque se lo robaban los vigilantes.
Recibí el
dinero y cuando caminaba hacia la puerta principal, me aprehendieron dos
agentes del Servicio Secreto y me llevaron detenido a los separos de la Policía
Judicial del Distrito. Allí estuve preso desde las 2 de la tarde hasta las 11
de la mañana del otro día.
Excélsior
intervino para ayudarme, por aviso y a petición del reportero Raúl Beethoven
Lomelí. El procurador Carlos Franco Sodi
ordenó que me pusieran en absoluta libertad porque no había ningún
elemento en mi contra para consignarme.
El abogado penalista Ignacio Moreno Tagle,
afortunadamente, había sido testigo de la entrega del dinero y oído la
petición.
“Publiqué
en La Extra de Excélsior lo que había ocurrido. La Dirección de Excélsior pidió
seguir cubriendo las mismas fuentes penales. Al poco tiempo quitaron de la
dirección del penal a Linares. Y después jamás tuve problemas en esa cárcel.
“Finalmente,
Yancovich Parascovia me pidió disculpas. Me dijo que él se había prestado a
ponerme esa trampa porque si no lo hacía, me aseguró, eso le hubiera costado la
vida. Lo perdoné…”
“Esos
eran los riesgos que corrían los reporteros en esos tiempos, cuando denunciaban
actos de corrupción como los que se registraban en el interior de la antigua
Penitenciaría del Distrito Federal.
El
caso de Carlos Ravelo en ese penal no fue el único. Siempre se buscaban medios
para eliminar a los reporteros “incómodos”.
“Miguel
Yancovich Parascovia vivía a cuerpo de rey en el penal, tenía dinero para pagar
la “renta” de una buena celda. Finalmente se escapó. Nadie supo cómo. Salió
seguramente por la puerta principal. Pero después reapareció muy lejos. Lo mató
a tiros la policía de Costa Rica al sorprenderlo in fraganti cuando trataba de
robar un coche.
“Reportero
nato, Ravelo se formó profesionalmente en la redacción y después al lado de
otro de los grandes periodistas investigadores de la casa Excélsior, Alberto
Ramírez de Aguilar, autor de aquella famosa columna “Siguiendo Pistas”.
Después de una brillante trayectoria en la
fuente de información policiaca –otra de las mejores escuelas para
periodistas-, fue director de Últimas Noticias y finalmente, gerente general de
la cooperativa Excélsior, puesto que desempeñaba con acierto y honestidad
cuando lamentablemente, muy joven todavía, murió.
“Con
Ravelo, Ramírez de Aguilar hizo diez películas de largometraje, ambos como
escritores, guionistas y productores.
LOS
TIEMPOS DE CORRUPCIÓN EN EL PENAL
Cuenta,
¿es totalmente cierto que en tiempos de Linares la Penitenciaría del DF era un
foco de corrupción sin igual?
“Nada más
te digo esto. Yo publiqué varias veces que Linares se emborrachaba dentro de la
cárcel; que en ese estado llegaba hasta las crujías circulares en donde estaban
los presos más peligrosos. Allí se encontraban los hermanos Hugo y Arturo
Izquierdo Ebrard. A Linares le gustaba ametrallar sus celdas. Sí, las
ametrallaba todas las noches.
“Se
permitía la entrada de suripantas. Sí, tengo fotografías, y obviamente la
entrada de licor.”
¿Recuerdas
a “El Deslenguador”? ¿Era protegido por Linares?
¿Urquijo?
Sí, así era. Mira, la Penitenciaría del Distrito Federal era la corrupción
manifiesta. Había de todo. Suripantas, bebidas alcohólicas, restaurantes,
inclusive “renta” de celdas, se pagaba por no asear los baños, por tener una
celda”.
Y viene más, pronto.
craveloygalindo@gmail.com
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