Jueves 31 de diciembre de 2020
31 de
diciembre de 2020
EN LAS
NUBES
Sólo
faltaba un brindis Bety. El de Arturo
Carlos
Ravelo Galindo, afirma:
Brindemos
por todos, esta noche.
Escuchábamos
a Manuel Bernal fuera de la cabina de la XEW, donde el genio + Héctor Martínez
Serrano grababa nuestra columna “Agenda Confidencial”.
Declamaba el Brindis del Bohemio, de Guillermo
Aguirre y Fierro para despedir el año, que hoy pasa a contar entre los muertos.
Una víctima más.
Ustedes a la medianoche. Comerán las doce
uvas.
Nosotros
–viva la prescripción médica-- al medio, con una a la una, como es costumbre.
No vicio.
Antes
nuestro deseo.
A
todos, a todas, por los que siempre brindamos, un abrazo, y en un beso, una
alianza.
Y
desear que el próximo año 2021, sea, en verdad de la esperanza. Y el mañanero
cumpla su compromiso.
En
torno de una mesa de cantina,
una
noche de invierno,
regocijadamente
departían
seis
alegres bohemios.
Los
ecos de sus risas escapaban
y
de aquel barrio quieto
iban
a interrumpir el imponente
y
profundo silencio.
El
humo de olorosos cigarrillos
en
espirales se elevaba al cielo,
simbolizando
al resolverse en nada,
la
vida de los sueños.
Pero
en todos los labios había risas,
inspiración
en todos los cerebros,
y,
repartidas en la mesa, copas
pletóricas
de ron, whisky o ajenjo.
Era
curioso ver aquel conjunto,
aquel
grupo bohemio,
del
que brotaba la palabra chusca,
la
que vierte veneno,
lo
mismo que, melosa y delicada,
la
música de un verso.
A
cada nueva libación, las penas
hallábanse
más lejos del grupo,
y
nueva inspiración llegaba
a
todos los cerebros,
con
el idilio roto que venía
en
alas del recuerdo.
Olvidaba
decir que aquella noche,
aquel
grupo bohemio
celebraba
entre risas, libaciones,
chascarrillos
y versos,
la
agonía de un año que amarguras
dejó
en todos los pechos,
y
la llegada, consecuencia lógica,
del
Feliz Año Nuevo...
Una
voz varonil dijo de pronto:
Las
doce, compañeros;
Digamos
el requiéscat por el año
que
ha pasado a formar entre los muertos.
¡Brindemos
por el año que comienza!
Porque
nos traiga ensueños;
porque
no sea su equipaje un cúmulo
de
amargos desconsuelos...
Brindo,
dijo otra voz, por la esperanza
que
a la vida nos lanza,
de
vencer los rigores del destino,
por
la esperanza, nuestra dulce amiga,
que
las penas mitigan
y
convierte en vergel nuestro camino.
Brindo
porque ya hubiese a mi existencia
puesto
fin con violencia
esgrimiendo
en mi frente mi venganza;
si
en mi cielo de tul limpio y divino
no
alumbrara mi sino
una
pálida estrella: Mi esperanza.
¡Bravo!
Dijeron todos, inspirado
esta
noche has estado
y
hablaste bueno, breve y sustancioso.
El
turno es de Raúl; alce su copa
Y
brinde por... Europa,
Ya
que su extranjerismo es delicioso...
Bebo
y brindo, clamó el interpelado;
brindo
por mi pasado,
que
fue de luz, de amor y de alegría,
y
en el que hubo mujeres seductoras
y
frentes soñadoras
que
se juntaron con la frente mía...
Brindo
por el ayer que en la amargura
que
hoy cubre de negrura
mi
corazón, esparce sus consuelos
trayendo
hasta mi mente las dulzuras
de
goces, de ternuras,
de
dichas, de deliquios, de desvelos.
Yo
brindo, dijo Juan, porque en mi mente
brote
un torrente
de
inspiración divina y seductora,
porque
vibre en las cuerdas de mi lira
el
verso que suspira,
que
sonríe, que canta y que enamora.
Brindo
porque mis versos cual saetas
Lleguen
hasta las grietas
Formadas
de metal y de granito
Del
corazón de la mujer ingrata
Que
a desdenes me mata...
¡pero
que tiene un cuerpo muy bonito!
Porque
a su corazón llegue mi canto,
porque
enjuguen mi llanto
sus
manos que me causan embelesos;
porque
con creces mi pasión me pague...
¡vamos!,
porque me embriague
con
el divino néctar de sus besos.
Siguió
la tempestad de frases vanas,
de
aquellas tan humanas
que
hallan en todas partes acomodo,
y
en cada frase de entusiasmo ardiente,
hubo
ovación creciente,
y
libaciones y reír y todo.
Se
brindó por la Patria, por las flores,
por
los castos amores
que
hacen un valladar de una ventana,
y
por esas pasiones voluptuosas
que
el fango del placer llena de rosas
y
hacen de la mujer la cortesana.
Sólo
faltaba un brindis, el de Arturo.
El
del bohemio puro,
De
noble corazón y gran cabeza;
Aquél
que sin ambages declaraba
Que
solo ambicionaba
Robarle
inspiración a la tristeza.
Por
todos estrechado, alzó la copa
Frente
a la alegre tropa
Desbordante
de risas y de contento;
Los
inundó en la luz de una mirada,
Sacudió
su melena alborotada
Y
dijo así, con inspirado acento:
Brindo
por la mujer, mas no por ésa
en
la que halláis consuelo en la tristeza,
rescoldo
del placer ¡desventurados!;
no
por esa que os brinda sus hechizos
cuando
besáis sus rizos
artificiosamente
perfumados.
Yo
no brindo por ella, compañeros,
siento
por esta vez no complaceros.
Brindo
por la mujer, pero por una,
por
la que me brindó sus embelesos
y
me envolvió en sus besos:
por
la mujer que me arrulló en la cuna.
Por
la mujer que me enseño de niño
lo
que vale el cariño
exquisito,
profundo y verdadero;
por
la mujer que me arrulló en sus brazos
y
que me dio en pedazos,
uno
por uno, el corazón entero.
¡Por
mi Madre! Bohemios, por la anciana
que
piensa en el mañana
como
en algo muy dulce y muy deseado,
porque
sueña tal vez, que mi destino
me
señala el camino
por
el que volveré pronto a su lado.
Por
la anciana adorada y bendecida,
por
la que con su sangre me dio vida,
y
ternura y cariño;
por
la que fue la luz del alma mía,
y
lloró de alegría,
sintiendo
mi cabeza en su corpiño.
Por
esa brindo yo, dejad que llore,
que
en lágrimas desflore
esta
pena letal que me asesina;
dejad
que brinde por mi madre ausente,
por
la que llora y siente
que
mi ausencia es un fuego que calcina.
Por
la anciana infeliz que sufre y llora
y
que del cielo implora
que
vuelva yo muy pronto a estar con ella;
por
mi Madre, bohemios, que es dulzura
vertida
en mi amargura
y
en esta noche de mi vida, estrella...
El
bohemio calló; ningún acento
profanó
el sentimiento
nacido
del dolor y la ternura,
y
pareció que sobre aquel ambiente
flotaba
inmensamente
un
poema de amor y de amargura.
Nosotros,
Bety, junto con tus cuatro hijos, nunca te olvidamos.
craveloygalindo@gmail.com
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