3 de
diciembre de 2020
EN LAS
NUBES
Nos habla
un diplomático
Carlos Ravelo Galindo, afirma.
Si,
del XX aniversario de la joya arquitectónica de México en Berlín. Y nada menos
que el embajador Jorge Castro Valle Kuehne le concede el honor a su colega
emérito Antonio Pérez Manzano darnos a conocer su plática.
Sin
demérito de otras representaciones, en mi opinión personal ninguna compara con
la belleza de nuestra embajada en Berlín, que este 22 de noviembre festejó el
XX aniversario de su inauguración.
Mi
primer contacto con ella fue como turista, en Semana Santa de 2002, cuando
regresé a Berlín por primera vez desde la Unificación Alemana, acontecimiento
histórico que tuve el privilegio de presenciar como último representante
diplomático mexicano ante la extinta República Democrática Alemana (RDA)
en1990.
Mi
esposa y yo tomamos un “turibus” que, para orgullosa sorpresa nuestra, hizo una
breve parada enfrente de nuestra embajada refiriéndose a ella en términos
elogiosos por su original diseño arquitectónico y como uno de los principales
atractivos turísticos de esa fascinante urbe.
Fue,
literalmente, amor a primera vista, pero lejos estaba de imaginarme que, tan
sólo 15 meses después de este “flechazo”, estaría yo despachando en esa
espectacular sede como Embajador de México ante la República Federal de
Alemania (RFA).
Al
cumplirse el XX aniversario de nuestra joya arquitectónica en Berlín, deseo
rendir homenaje y dejar testimonio de mi reconocimiento y admiración por sus
ilustres creadores, a cuyo genio y visión se debe que México cuente con uno de
los instrumentos más poderosos y nobles para la promoción de su imagen positiva
en el mundo, del cual los mexicanos podemos sentirnos sumamente orgullosos.
En
lo personal, tendré con ellos una eterna deuda de gratitud por haber
contribuido con su emblemática obra a hacer de mi gestión diplomática en
Alemania una de las experiencias más gratas, estimulantes y enriquecedoras en
mi larga carrera en el Servicio Exterior.
En
mi trayectoria en el Servicio Exterior Mexicano, y especialmente en mis viajes
alrededor del mundo durante mi gestión como Director General de Protocolo,
llegué a conocer muchas sedes diplomáticas de México.
Sin demérito de otras
representaciones, en mi opinión personal ninguna compara con la belleza de
nuestra embajada en Berlín, que este 22 de noviembre festejó el XX aniversario
de su inauguración.
Antes
de entrar en detalle sobre esta joya arquitectónica, conviene poner en contexto
histórico los factores que incidieron en su construcción:
En
el tratado suscrito entre la RFA y la RDA en 1990, se acordó que Berlín sería
la capital de la Alemania unificada.
Al
año siguiente, en una cerrada votación, el Parlamento federal decidió
igualmente el traslado de los poderes ejecutivo y legislativo a Berlín,
desplazando a Bonn como su sede.
Ante
la complejidad de la instrumentación de esa medida, se dio como plazo máximo el
año 2000 para que las diferentes dependencias se establecieran en la nueva
capital.
Ello
ocurrió en el segundo semestre de 1999, 50 años después de la fundación de la
llamada “República de Bonn” y 10 años después de la caída del Muro de Berlín.
Este
plazo perentorio también aplicó para las misiones diplomáticas que hasta ese
momento conservaban sus sedes en Bonn.
Con
tal motivo, y con la voluntad política de cumplir cabalmente con esta
disposición, en 1997 el gobierno del entonces presidente de México, Ernesto
Zedillo, convocó a un concurso para diseñar nuestra nueva embajada en
Berlín.
Participaron
ocho grupos, resultó seleccionado por un jurado el proyecto presentado por los
destacados arquitectos Teodoro González de León y Francisco Serrano.
Con
facilidades otorgadas tanto por el gobierno federal alemán como el de Berlín,
se consiguió un terreno con una ubicación privilegiada en el barrio diplomático
del Tiergarten, equivalente al Central Park de Nueva York.
La construcción del inmueble inició en
diciembre de 1999 y concluyó, en tiempo récord, once meses más tarde.
Toda
una hazaña para estándares alemanes
Que fuera un testimonio del México moderno en
el umbral del siglo XXI y que se convirtiera en motivo de orgullo para los
mexicanos y de asombro para toda persona que la visitara.
Que,
por su singular diseño, relacionara a México con Alemania en el contexto de una
nueva etapa de los vínculos diplomáticos entre ambos países.
Que, por su ubicación privilegiada, tuviera
una inconfundible presencia urbana y se volviera un auténtico ícono de la
capital alemana.
Un edificio claro, luminoso, que mostrara una
forma singular de construir, con un material distinto: concreto blanco cincelado,
con mezcla de agregados blancos, que invitara no sólo a verlo sino también a
tocarlo.
Con particularidades mexicanas de expresión
que le confirieran representatividad monumental y, al mismo tiempo, ligereza y
transparencia.
El
inmueble que ocupa una superficie de 1,300 m², tiene 18 metros de altura y
consta de cinco niveles cuyos aspectos más sobresalientes son:
Su imponente puerta de bronce, que da la
bienvenida e invita a entrar y sentirse como en México.
La fachada, de color blanco, con columnas de
una sola pieza que forman una especie de persiana que, al pasar por enfrente
del edificio, da la impresión de abrirse para mostrar su interior o cerrarse,
dependiendo de la perspectiva, produciendo un efecto de abanico.
El atrio, que para algunos está inspirado en
el observatorio maya de Chichen Itzá, es un cilindro con techo transparente que
permite la entrada de luz natural e ilumina todo el edificio.
En ese mismo espacio, una serie de jardineras
en forma de pirámide con plantas naturales que simbolizan el enfoque ecológico
y la sustentabilidad que caracterizan al inmueble.
Un funcional salón de usos múltiples adaptable
para albergar todo tipo de eventos como ceremonias, recepciones, conferencias,
exposiciones de arte, proyecciones de cine, conciertos y recitales, entre
otros.
Sin
embargo, pecaría de omisión si no reconociera que, más allá del conocimiento
del alemán, mi principal “aliado” – como el de todo embajador mexicano en
Berlín – fue el maravilloso edificio sede de nuestra misión diplomática. craveloygalindo@gmail.com
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