6 de diciembre de 2020
EN LAS
NUBES
De “Mis
Bendiciones” 2
Carlos
Ravelo Galindo, afirma:
Seguimos
en lo nuestro. Hoy “Mujeres Divinas.
Benditos aquellos que siguen aquí y humildes, no obstante, su inteligencia y cultura
Nadie olvida a un querido colega
Jorge Coo con su famosa canción que siempre entonaba, borracho o no. Y conste
que pedía Don Pedro, y se lo traían de inmediato. Ramoncito, no sé por qué se
ha alejado de nosotros, afinaba su lira, vaya su guitarra para que el
chaparrito entonara “Mujeres Divinas”.
Esa canción que evoca las
cantinas, las botellas para llegar, obviamente, a las mujeres. Y era constante
como también José Antonio Trejo con su melodía preferida que cantaba en cuanto
alguien se lo pedía. “Si nos Dejan…”
Los dos, Jorgito y José Antonio,
ya fallecidos, eran, hay que reconocerlo, amén de bohemios, casados,
divorciados y vueltos a casar, estupendos reporteros. El primero en “El Día” y
luego, al lado de Manuel Becerra Acosta, Jr., en “Uno más Uno”. Y el otro, en
“Ovaciones”, con su compadre querido Carlos Estrada Lang, hoy ya con más de 93
años de edad. Este, debo agregar, tenía especial afecto, de hombre a hombre,
por supuesto, por Toño. Como todos, sin excepción en el Club y fuera de él,
sentimos, aún después de ausentarse de esta vida.
Jorgito y Toño fueron compañeros
de viaje con quien esto escribe, ¿o yo fui de ellos? Cómo me falta Chávez
Guzmán, don Héctor, para que me corrija.
Entre paréntesis, vale la pena
recordar algunas anécdotas de periodistas en México, para después de mi
digresión volver a lo de los viajes con ellos.
Se casaba en Los Pinos, la
residencia presidencial, Alfredo –hoy ya extinto- hijo de Doña Guadalupe Borja
y su esposo Gustavo Díaz Ordaz. Este, obvio, era el Jefe del Ejecutivo. En ese
tiempo, no debo olvidarlos, octubre de 1968 había muerto un gran hombre de las
letras mexicanas: Don Manuel Becerra Acosta, siendo Director General del
entonces mejor diario de Latinoamérica y el quinto del mundo. Ese era entonces,
repito, EXCÉLSIOR.
Un grupo de reporteros del
Periódico de la Vida Nacional nombramos entonces Director General a Julio
Scherer García, en aquella época discreto, modesto, sin vanidades y rodeado de
amigos sinceros. Sin tantos gatos en
En los Pinos, de Parque Lira 102,
era la boda de Alfredito. En la puerta, por decirlo de algún modo, recibían a
sus invitados don Gustavo y doña Guadalupe. Llegó el director de Excélsior,
Julio Scherer García y a la vez el del Nacional, don Alejandro Carrillo. Los
tres, don Gustavo, don Julio y don Alejandro, se saludaron amigablemente. Este
gesto animó al Presidente de México a gastarle la broma siguiente a los dos
directores: “Qué curioso, les dijo. Que aquí se junten Excélsior… y su fe de
erratas, el Nacional”. Soltó la carcajada, palmeó, cordialmente a sus dos amigos,
a los que conocía antes de encumbrarse y los invitó a pasar a la residencia.
Debo referirme que cuando Scherer
García era reportero de Últimas Noticias, en el tiempo de Díaz Ordaz como
secretario de Gobernación, este lo tenía en alta estima. Al grado de llamarlo,
como sus amigos, para distinguirlo, el narciso negro. (Todos sabemos que la
flor es blanca).
Todavía oigo la redacción de
Excélsior, al escucharse la anécdota, convulsionarse en risas, carcajadas. Y
oír a Regino Díaz Redondo, reportero de la fuente de economía y futuro director
de la EXTRA y Excélsior –así se voceaba a la segunda edición de Últimas
Noticias- sentenciar: “hasta que se encontró la horma de su carácter…”
Julio Scherer duró como director
de Excélsior, de diciembre de
Muchos de ellos, al tiempo,
regresaron a escribir a Excélsior, al lado de Regino Díaz Redondo, nombrado
Director General por la misma asamblea que desconoció a Scherer García.
Díaz Redondo asumió el encargo el
mismo 8 de julio de 1976 y duró hasta 2003. Vaya 25 años. Enfrentó diversos y
sostenidos ataques, de dentro y de fuera, a los que se sobrepuso, hasta que
surgió un grupo que logró apoderarse de
Y en quiebra por la mala
conducción administrativa y editorial, hubo que venderse a quien, en 2003, ante
la falta de recursos, intentó comprar en una suma respetable. Se opuso la
Asamblea y años más tarde, ese mismo comprador se hizo de Excélsior en menos de
la mitad que ofreció inicialmente.
Los cooperativistas recibieron
250 mil pesos cada uno. Y no el millón que les ofrecieron en 2003. Así se
perdió Excélsior.
Reintégrame a Coo y Trejo. Con
los dos viajé a China, a Rumania, a Cuba, a Europa y Asia. Vaya a donde nos
mandaban –y eso le consta a Carlitos Estrada Lang porque él lo hacía
frecuentemente- a trabajar con gastos pagados. Trabajábamos día y noche.
Cubríamos, así se dice en el argot periodístico,
Y a lo dicho por el mariscal
Arturo Sotomayor de Saldo, con muchos años, entonces, mayor que yo.
Dirigiéndose a mí: “Mira muchachito. Con mi experiencia –y vaya si la tenía en
sobra: cultura, modestia, conocimientos pero sobre todo exactitud en sus dichos
–a mi edad me dicen aún que soy un viejo periodista. No confundas con un
periodista viejo.” Hoy, a mis 79 años, yo siento lo mismo, no obstante la
envidia de algunos colegas del Club Primera Plana, que añoran llegar a figurar
como don Arturo. Reconozco ser también viejo periodista. Aún no, me falta mucho
para ser reportero viejo.
Primero como reportero de
Excélsior, encargado de la fuente de Relaciones Exteriores, que me asignó
Silvestre González, jefe de información a la salida de Arnulfo Uzeta Robelo,
viajé, de
Trabajé en ese lapso para
Excélsior desde Francia, Alemania, España, Rumania, Italia, Bélgica, Grecia,
Holanda, Dinamarca. Rusia, antes
En París, como dato importante
estuve presente en las pláticas para reanudar relaciones con España. Fue Manuel
Bartlet Díaz, entonces asesor del canciller Santiago Roel, quien representó al
Gobierno de López Portillo. Se suscribió el convenio diplomático en el hotel
George V.
Y asistí, en Madrid, cuando López
Portillo reanudó el enlace Ibero-Mexicano. Allí entrevisté al entonces joven
Rey de España Juan Carlos y nos tomamos una foto juntos, ante el enojo de sus
chambelanes y ayudantes.
En todos esos países sustenté
pláticas sobre periodismo. Y en todos recibí diplomas que guardo, junto al
galardón que el Consejo de Administración de Excélsior me otorgó por una
información referente a una fuga en Lecumberri. Fue mi premio nacional de
periodismo. Los otros ya no los cuento.
Estuve también en China, Japón,
Indonesia, Singapur, Vietnam, Siam con gastos pagados por Excélsior y estímulo
de Relaciones Exteriores.
Jorge Coo, Antonio Trejo, así
como Teodoro Rentería, José Carlos Robles, Víctor García Solís, Carlos Estrada
Lang, Antonio Pérez Vieytis, Raúl Durán Cárdenas, Luis Spota, Elsa Peralta,
Luciano Huerta, Víctor Manzanilla Schaffer –que llegó a embajador de México en
China, y luego a Gobernador de Yucatán, de donde lo sacó Víctor Cervera Pacheco
y lo reemplazó Dulce María Sauri- otros
más y el inefable Arturo Sotomayor de Saldo, que en China, por ser el mayor del
grupo invitado y del primer contingente periodístico que visitaba China, luego
de la muerte de Mao Tse Tung, le dieron distinciones mayores que a Castillejos,
el presidente del Club.
Recorridos allí desde Pekín,
hasta Vietnam. Usamos avión, camión, autobús, ferrocarril, carreta, barco,
lancha, etcétera, para conocer una gran porción del país asiático. Fueron 26
días de gloria y ocaso.
También se estuvo en Canadá,
Estados Unidos, Cuba, todo Centroamérica y Sudamérica en donde entrevisté con motivo de las
Olimpiadas en México a los entonces presidentes.
Todas ellas, incluida en 1978 la
ruptura de México con
Estuvimos en las Antillas. Fue en
Granada donde se anunció la entrega al gobierno del General Omar Torrijos del
Canal de Panamá. Y que se consolidó en Washington.
Fue un alarde de viajes. Y,
repito, todos pagados por Excélsior y estímulo de Santiago Roel y Chanito
Guerra Aradillas, su jefe de prensa.
Dejemos en paz a los muertos. Y a
lo dicho.
Seguimos con “Mis bendiciones” 3
craveloygalindo@gmail.com
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