Por Alejandro Ruíz Robles
Usualmente,
los seres humanos siempre decimos que actuamos con la razón, que pensamos antes
de actuar. Analizamos la situación, visualizamos los escenarios, calculamos los
riesgos y finalmente, ejecutamos. Este escenario lógico en muchas ocasiones no
corresponde a lo que vivimos, ya que a menudo nos dejamos llevar por
sentimientos, gustos o emociones.
Es
decir, el pensamiento rige a aquel sentimiento que puede dominarlo, limitarlo o
perturbarlo, y al cual nos referimos como pasión. No obstante, cuando nos
dejamos llevar por los sentimientos, logramos la satisfacción personal aunque
no alcancemos el resultado pensado.
Y en
ese sentido. hoy pregunto a los emprendedores y a los empresarios …
¿Realmente te apasiona tu empresa o emprendimiento?, ¿Estás enamorado de lo que
haces?
La lucha por la sobreviviencia.
Al responder estas preguntas, muchos cuestionarían si es
realmente trascendente saberlo. ¿Para que destinar tiempo a ello? Por ahora,
toda la atención está comprometida con dar resultados económicamente
satisfactorios para la empresa, máxime que las circunstancias que nos rodean no
permiten distractores.
La empresa subsistirá, si y sólo si, ponemos el máximo de
nuestra atención en lograr superar las dificultades provocadas por la pandemia
generada por el COVID-19, la desaceleración económica a todos los niveles, la
falta de liquidez, la incertidumbre en el actuar de las autoridades y la
inseguridad en todos los sentidos. De tal manera que no hay tiempo para pensar
más allá que en la sobrevivencia de nuestra empresa.
Es por demás entendible esta situación pero … ¿Realmente
la sobrevivencia económica es lo único que nos puede mantener con vida? … ¿Dónde
dejamos los impulsos del corazón que nos llevaron a seguir nuestros sueños?
Y es en este punto donde reflexionamos si sólo con
la razón podemos alcanzar los resultados deseados o es la pasión el complemento
perfecto para llenar de calidez nuestras acciones. Es decir, atender a una
disciplina férrea en donde sólo importen los resultados o actuar con el
entusiasmo, alegría, y/o sentimiento que nos llevó a alcanzar un sueño.
El primer escenario nos muestra un punto en que
tomaríamos las decisiones sólo atendiendo a las razones para sobrevivir
económicamente; es decir, realizar acciones tales como: despedir personal,
incumplir con proveedores o hacer sacrificios para mantenernos con vida. ¿Esto
es malo? … ¡desde luego que no! La cuestión está en saber si esto es acorde a
los valores que tenemos.
En el segundo escenario, apelaríamos al
sentimiento que nos diera elementos para una toma de decisiones integrales.
Si somos seres con razón y corazón … ¿Por qué debemos ser parciales en nuestro
actuar?
Vivir y compartir.
Los resultados son determinantes pero a veces su
importancia está íntimamente vinculada con las satisfacciones que conllevan. El
corazón difícilmente ve números y la razón difícilmente entiende de emociones
pero lo importante está en saberlos combinar y generar el impulso necesario
para lograr una vida en plenitud.
Saber que eres capaz de afrontar la realidad en
base a tu disciplina para tomar acciones que te lleven a una posición de
privilegio frente a una situación es sumamente importante. Tus acciones
vinculadas a tus valores te llevarán al éxito deseado.
Dar lo mejor de ti y compartirlo con quienes te
importan sin dejar de ser tú ni sacrificar quién eres son la mejor manera de
honrarte. Amar con la razón y pensar con el corazón … ¡Ese es el secreto de tu
Éxito!
La sensibilidad de la razón.
En la educación formal nos enseñan la exactitud de
los números, la veracidad de las premisas, el sustento que da el tener
conocimiento; sin embargo, es en la escuela de la vida que apreciamos que no siempre
las acciones basadas en la ciencia son las que mejor funcionan. La sensibilidad
en la toma de decisiones nos lleva a tratar a los demás como deseamos que nos
traten.
Una acción basada únicamente en la razón puede ser
tan fría que a veces nos odiamos de sólo pensarla.
Aprender a mediar entre la razón y el corazón será
sin duda la habilidad más grande que una persona puede tener.
El arte de emprender.
En ocasiones recordar nuestros inicios es pensar
en los miles de errores cometidos y las múltiples formas como los superamos. No
nos rendimos y supimos continuar. El entusiasmo siempre nos sacaba adelante. Cuando
nuestros recursos eran limitados, nuestro ingenio nos guiaba y el corazón nos
impulsaba.
Hoy más que nunca debemos tenerlo presente. Somos
quienes somos por esa fina combinación de razón y corazón. Y eso es lo que
requerimos ahora. Por más difíciles que sean las circunstancias sin duda son
menores de cuando empezamos. Arrancamos de la nada con algunos recursos, hoy
tenemos una base de la cual partir, experiencias que nos ayudarán a decidir y
la motivación de haber transformado una idea en una empresa.
La pasión puede ser que haya pasado inadvertida
últimamente pero la tenemos; todo es cuestión de dejarla salir nuevamente. La
sonrisa que tuvimos al iniciar nuestro emprendimiento es el brillo que
necesitamos para no desfallecer ante estas circunstancias adversas.
El emprendedor está frente a mí en el espejo.
Emprender está en nosotros. Sabemos que si lo
hemos logrado una vez lo podremos hacer otra más. Las dificultades son
distintas pero el amor por lograrlo se mantiene. Nunca como ahora para superar
las adversidades.
Razón y Corazón es lo que siempre nos han
impulsado como emprendedores y nos impulsan a ser empresarios. Es buen momento
para que ambos elementos salgan y nos enseñen a triunfar en estas
circunstancias.
La evolución de nuestros negocios puede habernos
cambiado pero la esencia sigue en nosotros. Nuestro pensar y nuestro sentir son
inherentes a nuestro camino. La razón nos llevará a acciones lógicas pero
nuestra pasión la complementará para lograr una plenitud en nuestro actuar. La
Pasión nunca se ha ido, hoy más que nunca está íntimamente vinculada a nuestro vivir.
… ¿Y la Pasión, Apá? … ¡Siempre será parte de nuestra esencia como
emprendedores!
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