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H, Matamoros, Tamaulipas:


Bella Durmiente




La vida como es…


Por Octavio Raziel

En el feisbuck apareció una convocatoria en un tamaño mayor a lo normal. Formaba parte de un sueño que tuve y en el que se invitaba a los escritores a participar en un concurso de relato corto. En alguna de las fases oníricas me surgió la idea de escribir un cuento infantil. En esa alucinación apareció la Bella Durmiente tendida sobre la grama. Sus torneadas piernas eran observadas por los 7 enanos que hacían fila viéndola desde la punta de los pies hasta la mollera. De pronto apareció de la nada un príncipe con su espada desenvainada. Los 7 enanos desbarataron la línea; es más, no se preocuparon por apartar su lugar y espavoridos echaron a correr. El príncipe, sin embargo, dirigió su mirada y su espada hacia el cuerpo de la infanta (que así llaman a las princesas en España) “Ahora soy el primero” exclamó.

En mi sueño, recapacité en cómo podía describir a la princesa de una belleza sin par y de torneadas piernas, cuando sólo veía la espalda del príncipe (¿“Infanto” se le llamará en La Moncloa?) De las piernas no podría yo opinar pues traía puesto un vestido, bastante ampón por cierto, que le cubría hasta el huesito, esto es, el tobillo. Además, le faltaba una zapatilla. Los 7 enanos eran conscientes de que este no era su cuento y que yo los había mal habilitado. Corrían desorientados refugiándose en un bosque cercano buscando, supongo, a Blanca Nieves, que era la historia a la que pertenecían.


Coloqué mi cuento en el feisbuck ilusionado en ganar el premio mientras la convocatoria comenzaba a desvanecerse.

Mi estado onírico me llevó a la conclusión, sin salir de la pesadilla, que los psicólogos, psiquiatras, psicoterapeutas, logoterapeutas y psicoanalistas definirían mi subconsciente el de un ente erótico-pornográfico reprimido al imaginar una princesa forrada hasta el tobillo con torneadas piernas, extremidades observadas a través de la torva mirada de 7 enanos y un príncipe con la espada desenvainada en el más estricto sentido del albur mexicano.

La otra interpretación de este sueño –lejos de Freud, Jung o Viktor Frankl- fue que como escritor onírico estoy loco de atar.

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